Texto: Carlos Molina.
El joven historiador vizcaíno David Mota Zurdo (foto: Nuria González UPV-EHU) se ha acercado al efervescente fenómeno del Rock Radical Vasco desde su poso musical y también social y político, hasta hacer de su obra «Los 40 Radikales» uno de los libros imprescindibles para todos aquellos que quieran saber más, y mucho, y de interés, acerca de esa etapa y fenómeno.
Lo primero es lo primero. ¿Cuándo se empieza a cruzar por tu cabeza la idea de acercarte a un movimiento tan importante, convulso y del que tanto se ha escrito, pero parece que tanto falta por conocer, como es el RRV?
No sabría decirte si existe una fecha concreta. Soy un apasionado de todo tipo de música y evidentemente siempre me he interesado por sus entresijos y su intrahistoria. Me pasé casi toda la adolescencia escuchando grupos de rock estatales e internacionales de los años 80 y 90, desde The Clash, Nirvana, Pearl Jam, The Offspring y Greenday hasta Eskorbuto, Barricada, RIP, Yo soy Julio César, Kortatu, Berri Txarrak y otros grupos que cercanos al RRV no eran del País Vasco, como Reincidentes, El Último Ke Zierre y Siniestro Total, por mencionar algunos. Así que, por ese lado, el interés ha existido desde que tengo uso de razón y empecé a escuchar música. Pero, en cuanto al RRV, comencé a interesarme críticamente por este movimiento cuando aún era estudiante de Historia en la UPV-EHU. Fue entonces cuando presté atención no ya a lo que era estrictamente musical en los grupos del RRV, sino a su vertiente más política: su discurso, sus simpatías, su ideología política. Así, a medida que adquirí una conciencia crítica como historiador, me sumergí en una investigación personal sin ningún otro interés que el de comprender. Realicé muchas lecturas que me sirvieron para empaparme de aquella época, pero también para detectar vacíos, silencios y omisiones de ciertos hechos: la mayoría de los textos se ceñían a una descripción de la época del RRV sin entrar demasiado en sus conexiones políticas, sin mencionar siquiera la posible instrumentalización política de la música punk o el papel que jugó Herri Batasuna en el impulso de este movimiento. Ahora, creo que quizá lo hicieron porque en el momento de su publicación no se podían decir ciertas cosas por los peligros que ello entrañaba o, porque, les costaba reconocer que así hubiera sido. Sea como fuere, estas preocupaciones me llevaron a que años después, tras defender mi tesis doctoral y desechar un proyecto de documental audiovisual por falta de medios, decidiera escribir un ensayo como Los 40 Radikales. Un trabajo en el que he intentado responder a interrogantes como los mencionados más arriba y en el que me he propuesto trasladar el esquema de la Cultura de la Transición, cuyo relato sitúa a la Movida Madrileña en el centro de la expresión músico-cultural del cambio político estatal, al caso vasco y del RRV y comprobar si este fue la expresión de la situación de crispación y violencia que se vivió en el País Vasco de los 80 y los 90.
Un acercamiento que haces además desde tu faceta de historiador. Tras finalizar la obra, ¿qué destacarías, musical e históricamente, de este fenómeno musical? ¿Qué lo hizo diferente y similar al que se pudo vivir en otros rincones del planeta?
Musical e históricamente creo que lo más interesante fue la sinergia que se produjo entre rock, discurso político cercano a la izquierda abertzale, idioma, identidad y folklore tradicional. Es decir, al margen de la hibridación musical que realizaron grupos como Hertzainak, Kortatu y Negu Gorriak, que introdujeron progresivamente instrumentos tradicionales como la alboka, la trikitixa o la txalaparta, creo que la búsqueda de esa hibridación que buscó adaptar la música vasca a los nuevos tiempos combinándola con la vanguardia musical del momento (rock, hardcore, rap), dando lugar incluso a subgéneros como el bertso-hop, ayudó a transmitir una imagen más moderna de la identidad juvenil vasca. Pero, no pensemos que fue algo exclusivo de aquí. Formó parte de lo que estaba sucediendo a nivel internacional, de lo que estaba produciéndose globalmente en el mundo de la contracultura: la adaptación a las nuevas vanguardias culturales. En este sentido, este proceso influyó indudablemente en la “nueva imagen” que ofreció la izquierda abertzale sobre la identidad vasca: joven y moderna, por el uso del euskera y el impulso de formas de socialización, que situadas dentro de los límites de “lo alternativo”, fueron concebidas en confrontación con la narrativa española. Así, la combinación de todos los elementos anteriormente mencionados fue una operación simbólica en la que el euskera pasó a estar asociado con la modernidad por ser contracultural y transgresor con la tradicional cultura española, donde el rock vasco cantado en euskera y con letras políticas se convirtió en un reflejo importante de la identidad juvenil vasca moderna, aunque no por ello obligadamente nacionalista.
¿Cuánto tiempo has dedicado a la gestación de “Los 40 Radikales”? ¿Tuviste desde un primer momento claro cómo debía fluir narrativamente el libro, o hubo cambios desde lo que podía ser un primer esbozo a la estructura final que presenta?
Le he dedicado alrededor de 3 años, aunque, confieso que ahora me parecen pocos. Siempre te dejas algo en el tintero, algún matiz, alguna obra a la que no tuviste acceso y que te hubiera gustado mencionar, pero, bueno, tampoco es cuestión de eternizarse a la hora de mostrar públicamente los avances en la investigación. Respecto a la estructura del libro, siempre tuve claro el tono, la estructura y el eje vehicular. Quería que fuera distendido y cercano al público, porque a veces los historiadores escribimos para nosotros mismos; que fuera fácilmente identificable en 2 partes: una primera, la eclosión e instrumentalización del RRV y el post-RRV, y, una segunda, las consecuencias actuales de esa vinculación política y su traslación a otras escenas musicales; y, por último, que música y política fueran el esqueleto sobre el que se construyera el relato histórico.
¿Qué detalles de todos los que has ido descubriendo durante la elaboración de esta obra te han marcado más?
En lo que a interpretación se refiere, quizá la cuestión más determinante es que los acercamientos a esta época han estado aderezados con grandes dosis de nostalgia, sin un discurso suficientemente crítico, lo cual se nota en el relato que sigue vigente sobre esta época. Con Los 40 Radikales he intentado aportar algo diferente, siguiendo la estela de un muy pequeño número de obras y artículos, que como la mía son una rara avis dentro de un mar repleto de mitomanía, silenciamiento y cierto negacionismo. También me ha llamado la atención tanto la implicación de la prensa y los movimientos políticos en la cultura como la evolución del discurso musical de algunos artistas. Y, por último, lo que más me ha impactado, por tratarse de una cuestión de inmediata actualidad, es ver cómo se ha ido estrechando el cerco a la música contestataria, cuyos grupos se han movido desde finales de los años 90 como funambulistas dentro de la cada vez más estrecha línea de la libertad de expresión. Para mí el caso paradigmático es el de Soziedad Alkoholika, que fue llevado ante la Audiencia Nacional por apología al terrorismo, fue absuelto hasta en 3 ocasiones y aun así continúa sufriendo el estigma de grupo pro-etarra con varios boicots y vetos, y ello pese a haber declarado públicamente su oposición a cualquier tipo de violencia. Aunque se debe señalar que algunas de sus letras son ciertamente duras, también hay que poner de relieve muchas otras que fueron pioneras en la defensa de los derechos de los animales, las denuncias de pederastia, etc. No debemos quedarnos sólo con la caricatura que a veces realizan algunos medios.
(Imagen: Fundación Sancho el Sabio)
Hablando de la elaboración, ¿fue más o menos fluida de lo que a priori pensabas la documentación para construir esta obra? ¿Hubo más facilidades que impedimentos para nutrirte de información o viceversa?
La verdad es que la reconstrucción que he realizado se ha centrado en la prensa de época: Egin, Punto y Hora de Euskal Herria, El Tubo, Muskaria y otros periódicos, revistas y fanzines. En cierto modo, aunque el trabajo de archivo ha sido exhaustivo, ha sido relativamente sencillo, pues la gran mayoría se encuentra en los archivos y bibliotecas vascas, pero, sobre todo, en la Fundación Sancho el Sabio de Vitoria-Gasteiz, el centro de documentación sobre temática vasca más completo e importante, a cuyos responsables debo agradecer toda la ayuda prestada para encontrar algunos ejemplares de difícil acceso y que me permitieran dar a conocer la excelente colección de cartelería de conciertos de la que disponen. Quizá lo más complicado han sido las entrevistas. Me hubiera gustado realizar más y, sobre todo, me hubiera encantado hablar con más protagonistas, pero, el tiempo y la respuesta de algunos, que, intuyo, querían y quieren dedicarse a lo suyo, es decir, a crear canciones, me lo han impedido.
Como decía antes, hay bibliografía varia acerca del Rock Radikal Vasco. ¿Recomiendas algún libro de entre todos ellos?
Sí, recomendaría varios de Elena López Aguirre, desde su clásico del Txistu a la Telecaster al Historia del Rock Vasco, una auténtica enciclopedia de la música vasca de los últimos 40 años. También recomendaría una lectura crítica de la interesante obra de Ion Andoni del Amo Party & Borroka, porque ha sido pionera en el estudio de la música vasca contemporánea. Cómo no, la obra Movimiento de Resistencia. Años 80 en Euskal Herria de Jakue Pascual, un sociólogo que lleva en esto del RRV desde sus inicios, y, por supuesto, Negación punk en Euskal Herria de Huan Porrah. Ahora bien, para enmarcar todo esto, ampliar nuestra perspectiva y no constreñirnos a “nuestro terruño”, recomiendo encarecidamente la lectura de Fernán del Val Rockeros insurgentes, modernos complacientes, un sobrio análisis sobre la música durante la Transición que proporciona un excelente contrapunto a lo que sucedió en el País Vasco.
Se trata de un fenómeno musical que convivió con una época muy difícil a nivel social y político. Imagino que los lectores más jóvenes se preguntarán si fue posible que se pudiera vivir una situación tan dura en Euskadi…
Sí, pero no es que se lo pregunten, sino que lo ignoran. Y, cuando no es así, beben de fuentes muy sesgadas que argumentan y justifican la violencia con el clásico mantra de aquí todo estaba muy mal, había mucha represión y la única opción era luchar con todos los medios posibles. Obviamente, hubo represión en todos los sentidos, una difícil situación económica, social y política y también violencia y droga por todas las esquinas. Y los grupos del RRV fueron la banda sonora de aquellos años de desencanto, frustración y miedo. Pero, que así fuera, y eso es lo que hay que hacer ver a los lectores más jóvenes, no implica tener que apoyar discursos fáciles y maniqueos, sino que hay que ser críticos y valorar objetivamente. Lo sé, es complicado, pero fíjate, yo viví mi etapa de adolescente coreando en conciertos, fiestas o simplemente en el “local” con los amigo/as, letras y estribillos de algunos grupos que, pensándolo ahora, creo que ni había escuchado detenidamente, ni había intentado comprender. Todas aquellas composiciones eran muy violentas y de mensaje político contundente, y, aunque entra dentro del espacio personal de cada uno apoyar o no su discurso, creo que, en mi caso (e intuyo que no es el único), las interioricé hasta el punto de un adoctrinamiento inconsciente. Piensa que crecí en el Bilbao de los 90, azotado por el terrorismo de ETA y la omnipresencia de actos violentos todos los fines de semana, ya fuera por un partido del Athletic o porque en la zona del Casco Viejo había habido manifestación. Crecí acomodado a un clima de crispación que, visto en perspectiva, ni era normal, ni mentalmente sano. Por eso, resulta tan importante que en las escuelas se hable de todo esto desde una visión crítica y un discurso ecuánime, y, por qué no, quizá la impartición de alguna unidad docente en la que se introduzca como elemento innovador las letras de las canciones de estos grupos podría ser una buena manera de acercarse a todo esto desde una perspectiva más amena.
«Los 40 Radikales” lleva ya unos meses en la calle. ¿Qué tirada se ha elaborado, y cómo va a nivel de ventas y repercusión? ¿Estás satisfecho?
No sabría decirte con exactitud. La tirada ha sido pequeña, de unos 400 libros, pero, según me han transmitido desde Ediciones Beta parece ser que el libro se está vendiendo, con un importante número de ventas fuera del País Vasco. A ello lógicamente ha ayudado la repercusión que ha tenido en los medios de comunicación, cuya aparición ha sido recurrente desde finales de enero. Pero, te seré sincero, soy nuevo en todo esto de ventas y números y demás, ya que, por ejemplo, no sé ni cuantos ejemplares se vendieron de mi libro anterior: Un sueño americano. El Gobierno Vasco en el exilio y Estados Unidos (1937-1979). Ahora bien, teniendo en cuenta la situación del mercado editorial actual, creo que, si esa tirada de 400 libros se vende por completo, habrá sido todo un éxito. Así que de momento creo que estoy satisfecho.
¿Habrá entre tus proyectos futuros alguna otra obra de temática musical? Sea así o no, ¿qué época, escena, o artista o banda te gustaría tratar?
Posiblemente sí. Hay una problemática que apenas he tocado a lo largo de este libro por cuestión de prioridades, aunque no sé si daría para un libro: la glorificación en las letras de algunos grupos tanto de los actos como de los militantes de ETA fallecidos y encarcelados. También otra posible línea a seguir sea música y libertad de expresión desde el renacimiento cultural de los 60 hasta la actualidad. Y, por último, otra, que, vinculada a la música, no tiene nada que ver con lo tratado hasta ahora: el fenómeno del agro-punk y su repercusión en los territorios transfronterizos de La Rioja y Navarra. Todo un desafío.
Sé el primero en comentar en «David Mota Zurdo: «El Rock Radical Vasco fue reflejo de lo que estaba produciéndose globalmente en el mundo de la contracultura»»