Diego Vasallo: «El sinsentido de la vida humana no tiene límite, da para muchas canciones»

Fotografía: Victor Vélez.

El 7 es un número mágico. Desde la antigüedad este dígito encierra un halo de misterio. Para Pitágoras el número perfecto, Alighieri lo usaba en sus obras y la Biblia lo menciona con frecuencia. Las 7 maravillas del mundo, los 7 pecados capitales y las 7 notas musicales. En lo que nos incumbe en esta entrevista, el séptimo (7) disco de Diego Vasallo (Donostia, 1966) en solitario. «Las Rutas Desiertas» es sin duda uno de sus mejores trabajos y con el que apuntala un estilo muy propio. Un álbum con el que refuerza una trayectoria sincera e interesante. Volvemos a hablar con Diego Vasallo pero esta vez profundizamos más en la obra de este polifacético artista.    Fotografía: Victor Vélez. 

Muchas gracias por dedicarnos tu tiempo, Diego. Lo primero de todo ¿Cómo estás? ¿Cómo has llevado el confinamiento forzoso?

Estoy bien, ha sido una situación muy extraña, algo angustiosa, sobre todo por lo que veías que estaba pasando en hospitales y residencias. En cualquier caso, nada inspiradora en mi caso para trabajar. Era como ver pasar el tiempo, esperar a que escampe.

Un mes después de publicarse “Las Rutas Desiertas”, tu último trabajo, llegó la crisis del covid-19 trastocando toda la promoción. ¿Cómo habéis afrontado este contratiempo?

Con resignación, algo a lo que me voy acostumbrando tras 25 años de carrera en solitario. Si algo he aprendido en este tiempo es que las cosas nunca ocurren como se preveía. Afortunadamente pude hacer el grueso de la promo antes de encerrarnos. Los directos tendrán que esperar. Veremos cuándo podemos subirnos a los escenarios.

Has estado bastante activo en las redes y nos has regalado las “Barneko Sesioak” (sesiones de interior) con diferentes temas. No han faltado la poesía, la pintura ni la fotografía.

Intenté ponerme a escribir, pero como no salía nada me propuse dar un cierto impulso a las redes, que las tenía muy abandonadas. Me lo impuse como un trabajo realmente; a mí las redes sociales no me gustan, pero me obligo a participar y compartir. He intentado mostrar todo lo que iba saliendo, casi como una especie de diario y recuperar también textos de mis dos poemarios publicados. En su día no compartía nada, porque no tenía ni redes sociales. Ahora prefiero mezclar todo: poemas, pintura, canciones. Volcar todo en esos contenedores de vanidad que son las redes sociales.

Nos centramos en “Las Rutas Desiertas”. Hablamos de tu séptimo trabajo en solitario y, si me lo permites, creo que uno de los mejores. ¿Qué supone este disco en tu carrera?

Sí, creo que es bastante redondo, una consecuencia del anterior “Baladas para un autorretrato”. Hemos abierto el campo de influencias y han aparecido cosas inesperadas, como una especie de soul sucio, y blues y folk desvencijado. Hemos experimentado bastante en el estudio, sin límites ni demasiados prejuicios. Quería crear un mundo concreto para cada canción. Pequeños universos.

Acostumbrados a cierto pesimismo en tus letras este disco deja entrever un halo de esperanza. ¿Podríamos decir que este álbum se abre a nuevos aires?

Puede ser un pesimismo más resignado, sin efusiones. Hay como un tono de aceptación ante lo que tenemos. También muchas preguntas, derivadas de la perplejidad de contemplar el absurdo una y otra vez. El sinsentido de la vida humana no tiene límite, da para muchas canciones. Pero sí, también entra la luz por las rendijas de los versos. Hay, en este disco, algunos finales felices.

¿Cuáles son esas rutas desiertas de las que hablas?

Caminos solitarios, inexplorados en cierta medida. Hacer discos es una expedición; intento transitar carreteras sin demasiados letreros indicadores. También se refiere a la soledad que acompaña el proceso. Están también los riesgos de perderse, y hay que asumirlos.

Este trabajo destila rock, blues, folk e incluso toques de tex-mex. Sin embargo, tu voz, al igual que ha ocurrido en anteriores discos, consigue moldear esos estilos y darles un toque muy particular y reconocible. ¿Podríamos decir que tu trabajo se mueve en la canción de autor?

Espero que sí, si entendemos la canción de autor como obras un tanto personales. No se trata de ejercicios de estilo. Eso ya no me interesa. No busco crear la canción pop perfecta, ni el estribillo radiante. Me gustaría comunicar ambientes, formas de mirar, estados de ánimo, paisajes emocionales, con texturas propias. Que las canciones te lleven a algún sitio.

Viendo las novedades que van saliendo, ¿podemos afirmar que aquellos trabajos que indagan lejos del pop y el rock están resultando más atractivos?

No lo sé, cada proyecto cumple su función. Las canciones pop también están bien, todo tiene su momento. Yo he disfrutado cientos de ellas. Son como pequeñas cápsulas de emoción, y algunas se guardan para siempre. Pero los autores tienen que seguir sus impulsos, no hay fórmulas. En cualquier caso, lo que no me seduce son los sonidos estándar, previsibles. Las melodías más claras también pueden tener texturas rugosas. El sonido tiene carácter, para bien o para mal, por eso no hay que descuidarlo.

Lo que está claro es que te alejas del estilo más comercial. ¿Haciendo lo que uno quiere se llega a cosas más interesantes?

En realidad en mi carrera en solitario siempre he hecho lo que he querido; por eso empecé a hacer discos propios. Lo que ocurre es que mis objetivos ahora son muy diferentes a los que tenía cuando empezaba. No busco lo mismo. Al principio buscaba melodías más contundentes, más reconocibles; ahora eso no me importa demasiado, sino la sensación final, lo que queda tras la escucha, como un recuerdo, una rozadura.

Quizás no tienes el reconocimiento del público mayoritario que muchos creemos deberías tener. Por el contrario, sí tienes el de algunos artistas. Sin ir más lejos Bunbury, que acaba de presentar “Posible”, citaba “Las Rutas Desiertas” como uno de los trabajos a tener en cuenta.

Es muy halagador y gratificante que compañeros de oficio valoren tu trabajo. Aunque claro que me gustaría tener más oyentes, pero me voy acostumbrando a mi lugar, mi pequeña parcela. Ya no sé si me acostumbraría a las enormes salas reverberantes del éxito; demasiado espacio quizás. Prefiero mi cabaña, aunque no me importaría ampliarla un poco.

Este año nos deja también malas noticias. Una de ellas el fallecimiento de Rafael Berrio con el que te unía una estrecha relación profesional y de amistad. ¿Qué pierde la música con su marcha?

Al mejor. No he conocido nadie más brillante que Rafa. Ni mejor letrista. Su mundo era tan propio que era inimitable. Como creador y como persona, no había ninguna separación en él. Su conversación era siempre estimulante: provocador nato, inteligente y muy cercano en distancias cortas. Gran amigo. Ha sido una de las más grandes pérdidas de mi vida. Le echaré siempre de menos.

El otro día hablando de Rafael Berrio apareció el nombre del sevillano Chencho Fernández. Un músico que recuerda a Berrio. ¿Le conoces?

He escuchado su último disco, también lo recomendaba Bunbury. Me ha parecido un escritor muy sugerente, con influencias muy interesantes y un mundo propio. Un muy buen descubrimiento.

Uno de tus libros se titula “Canciones que no fueron”. ¿Dónde está la frontera para que una letra se convierta en canción o no?

En mi caso el método es totalmente diferente. Mis poemas, casi siempre breves, surgen inesperadamente, sin buscarlos. Son como instantáneas, o apuntes de un diario. Las canciones me llevan mucho más tiempo. Además yo escojo primero una melodía que tenga por ahí, o una sucesión de acordes y voy componiendo los versos, casi siempre caminando por las calles, parques, volviendo muchas veces con las manos vacías. Es un trabajo minucioso y también frustrante.

Desde tu faceta de pintor, ¿Hay canciones que podrían ser cuadros o viceversa?

Siguen procesos muy diferentes también, aunque creo que en el fondo si hay muchas conexiones. Al fin y al cabo la mirada es la misma. Las imágenes que me pueden influir a la hora de pintar también pueden servir de motor para una canción. El arte visual para mí es muy importante. La pintura, como experiencia, es la más gratificante de todas. El contacto con el material la hace única, menos abstracta, más vital.

Parece que nos acercamos a ese desconocido concepto denominado “nueva normalidad”. ¿Cuáles son tus planes y proyectos más inmediatos?

Intentaré reconstruir en lo que pueda el derrumbe. Por lo menos intentar cerrar unos cuantos conciertos, ya seguramente para el año que viene. Y también proyectar un nuevo trabajo quizás. Hay canciones que luchan por aparecer. Y no me quiero resistir.

Sobre el Autor

Edu Gascón
Periodista y fotógrafo, colaborador en ORPHEO y desde años ha, así como redactor en RIB.
A %d blogueros les gusta esto: