Texto: Mikel Fernández (SurimiWorld).
Veintiún años han pasado ya, que se dice pronto, desde la salida de Erik Rutan de Morbid Angel y la formación de su particular proyecto de death metal. También montó un grupo de metal sinfónico por aquellos años, Alas, con los que grabó un disco y del que nunca más se supo. Hate Eternal ha sido su proyecto más duradero y en el que ha ido mostrando su particular visión del death metal, una de las más brutales posibles.
Grabado en los Mana Studios propiedad del Sr. Rutan, quien también se ha encargado de la producción, este Upon Desolate Sands supone el séptimo álbum de estudio de la banda y supone el primero con el prodigioso batería Hannes Grossmann (que ya había ocupado el puesto temporalmente en alguna gira). Veremos lo que dura, ya que por las filas de Hate Eternal han pasado numerosos músicos de la escena, todos de un nivel técnico altísimo, pero también de una gran brevedad en su paso.
La verdad es que Hate Eternal no se han roto la cabeza. Continúan adelante con su brutal death metal, caracterizado por formar un muro de sonido en el que batería, bajo, guitarras y voz se muestras impenetrables. Nada de refinamientos sonoros y mezclas pulidas, aquí el sonido es sucio, seco y brutal, como en los viejos tiempos en los que la técnica quedaba subordinada a la brutalidad. Merece la pena destacar los iniciales The Violent Fury y What Lies Beyond; All Hope Destroyed, que posiblemente sea el más completo del disco; o Upon Desolate Sands, más pesado y con un aire a Behemoth.
Un buen disco de brutal death, con esa reminiscencia al sonido de los Morbid Angel de los 90 pero llevándolo más allá en cuanto a brutalidad y pesadez. Me ha gustado más de lo que me esperaba, aunque Hate Eternal no sean mi banda favorita de death metal.
PD: Lo cuento al final para no condicionar a nadie la lectura de la reseña: el único concierto del que me he salido fue uno de Hate Eternal en Donosti. Y es que después de Defiled, Beneath the Massacre, Obscura (y teniendo en cuenta que nos perdimos a los grinders Velocidad Absurda), a la cuarta canción de Hate Eternal abandonamos, mientras alguien decía “una más y se me derrite el cerebro”. La impresión que dejó ese concierto no puede ser más distinta de la que deja este Upon Desolate Sands.