Texto: ORPHEO.
Matt Kivel es un artista que reside en Nueva York y ha lanzado música bajo su propio nombre desde 2012. La genialidad de sus composiciones nunca se ha traducido en una audiencia masiva, pero esa no era su intención. En su lugar, ha logrado una fiel base de seguidores que llegaron por el indie-pop pegajoso y se quedaron por las atmósferas minimalistas y la nostalgia desgarradora, informan desde Promociones sin Fronteras.
Ha colaborado con artistas importantes como Bonnie “Prince” Billy o Robin Pecknold de Fleet Foxes; también ha compartido escenario con Angel Olsen y Steve Gunn, entre otros.
Para su último álbum, “Last night in America”, Matt regresó a lo básico, conectando con los elementos más puros de su música. Él produjo el álbum enteramente desde su casa en Austin, Texas, en dónde tocó todos los instrumentos y se enfocó en arreglos minimalistas. El resultado es un retrato del género americana contemporáneo, ilustrado por medio de pinceladas hechas por una guitarra, texturas creadas por sintetizadores y letras evocativas, oscuras y llenas de esperanza. Once temas en los que texturas envolventes, beats sencillos y guitarras cálidas conviven con la voz de Matt, en momentos limpia y -en otros- distorsionada, pero siempre con un sentimiento natural y frágil.
El disco se mueve entre piezas instrumentales oníricas y composiciones encabezadas por guitarras. El álbum combina los géneros ambient folk y lo-fi pop, que a su vez crean algo nostálgico y atemporal. “Last night in America” es un álbum complejo que florece para una escucha paciente.
“Last night in America” fue grabado por Matt Kivel y mezclado por Jarvis Taveniere en Thump, y masterizado por Andrew Maury.
El primer single de este nuevo disco es el tema ‘L.A. Coliseum’, una breve historia de amor platónico que sucede dentro de una pelea de box. Entre melodías suaves, la letra aborda el amor, la memoria y la juventud con un tono que se siente cien por ciento actual. Para el vídeo de la canción, la artista Sachiyo Takahashi se inspiró en el arte del álbum y las emociones que evoca la canción para convertir la historia en imágenes abstractas con juegos de luces, sombras, colores y formas asimétricas, todo creado de forma natural, sin efectos digitales.