Texto: Jon Bilbao.
El cine es emoción, es excitación, puede aproximarnos a nosotros mismos o alejarnos durante un ocioso rato. Es versátil. Dependiendo de quien lo esté ejerciendo las temáticas y los ambientes pueden ser tan variados como cineastas hay. La clave está en tener un sello propio, y Corman lo tiene. Más de seis décadas ejerciendo en el campo de la acción, el terror y el fantástico en cierto modo le avalan. Hace poco ha cumplido los 95, sigue en activo y el mundo parece no haber reparado en ello. Qué le vamos a hacer, muchas veces lo valioso subyace en el círculo minoritario.
Roger Corman (Detroit, 1926) iba para ingeniero industrial pero a mitad de la carrera cambió de opinión y, ya que era época de guerra, convalidó algunos años trabajando en oficinas de la marina. Al volver a la universidad de Stanford (California, donde vivía desde chaval) para el último año, hizo balance y se dio cuenta de que le habían interesado más sus colaboraciones en la publicación satírica del campus (The Chaparall) que la propia ingeniería Industrial. Aún así, la frustración generada por el desempleo lo llevó a probar su valía en un puesto de ingeniería. Empezó un lunes, y el jueves se encaró a su jefe para reconocer que tenía que dejar aquello. Las ganas de hacer algo más estaban llamando a la puerta.
A la Fox entró de mensajero, pero entre viaje y viaje en bicicleta surgió la posibilidad de trabajar como analista de historias, un trabajo que disfrutaba mucho más, e incluso presentó un guión bastante avanzado para un wéstern con Gregory Peck. La película (“The Gunfighter”) se llevó a cabo con algunas de sus ideas pero no obtuvo crédito alguno. Desilusionado, decidió montárselo por su cuenta: se largó a Europa, vivió un tiempo en París y estudió literatura inglesa en Oxford, para volver de nuevo a California y trabajar revisando más guiones para otras compañías.
El año del comienzo de la popularización del rock n roll (1954) fue también un año importante para Corman, ya que participó en su primera película acreditada. Él ya tenía el guión pero se terminó conservando sólo parte de la historia. También participó como productor asociado. “Highway Dragnet” resultó ser un interesante ejercicio de cine negro que le permitió (a través de su recaudación) financiar su siguiente proyecto, el primero como productor. “El Monstruo del Océano” recaudó suficiente como para poner la cabeza y las manos del cineasta en marcha.
“The Fast and the Furious” estaba basada en una historia original de Corman, que también la produjo, y que a tantos lugares del mundo llegó (y con un gran número de entregas) tras ser vendidos sus derechos a Universal. Esa película despertó su interés en dirigir y fue un western, “Cinco pistolas”, el que lo inició en ello. A partir de entonces y durante un buen número de años, dirigiría casi todas las películas que producía. Durante la segunda mitad de los años cincuenta fueron llegando como churros (ni artesanos ni revenidos) algunas películas interesantes, casi siempre a través de American International Pictures, como “El día del fin del mundo”, “Conquistaron el mundo”, “Noche de rock”, “Emisario de otro mundo” o “Un cubo de sangre”, una de sus cimas creativas de la época, que desarrollaba su metraje aunando terror y comedia, algo en lo que Corman fue precursor y que continuaría trabajando en cintas como “El monstruo del mar encantado” o ”La pequeña tienda de los horrores”.
Esta última tuvo una gran acogida por parte de público y es seguramente su película más recordada, a pesar de haberse rodado en sólo dos días y medio y con un presupuesto recortado a la mitad de sus ya de por sí baratas producciones hasta el momento. De hecho fue a través de una apuesta como se materializó este film sobre una planta carnívora y su gregario cuidador. Aquellos años Corman asignaba más de un puesto a ciertos actores o asistentes de sus producciones, abaratando costes y ofreciendo muchas veces esa primera oportunidad a infinidad de trabajadores del audiovisual. Por aquellos años ayudó a lanzar la carrera de Jack Nicholson (“Grita, asesino” o la propia “La pequeña tienda de los horrores”) o de Charles Bronson (“La ley de las armas”) y continuaría haciéndolo en el futuro, tirando de forma natural de recursos humanos y, en cierta medida, de intercambio de ideas.
Uno de los datos curiosos acerca de su forma de hacer cine es que desde hace décadas se habla de Corman como “El rey de la serie B”, cuando él mismo siempre lo ha desmentido. El título de su autobiografía también es erróneo. Se llama “Cómo hice cien películas en Hollywood y nunca perdí un centavo”, y el autor confiesa que el título fue idea de la editorial, ya que en la época en la que lo escribió (1990) ya había participado en más de doscientas películas y… para ser sincero sí que había perdido dinero “quizá en nueve o diez películas”. En ese mismo libro cuenta también su visión sobre el cine de categoría B: “mi forma de pensar es que nunca hice una película B en toda mi vida. Las películas B venían de la época de la Depresión y fue un fenómeno que duró sólo hasta comienzos de los años cincuenta”. (…) “Las películas A contaban con estrellas como Clark Gable y las B se hacían bastante rápido y barato, ya fuera con actores con nuevo contrato tratando de escalar a las de categoría A o bien con antiguas estrellas en decadencia”. (…) “Todo el mundo sabía diferenciar las categorías de las películas”.
Puede que sea un problema puramente semántico. Porque el método Corman puede que no se encuadre dentro del concepto de serie B inicial, pero sus películas son por lo general baratas y muchas veces van dentro del llamado cine de “explotación”: tratan a fondo algún que otro tema salvaje, contienen acción, algo de sexo y puede que incluyan algún giro final inesperado. Esa segunda mitad de los años cincuenta fue crucial para el desarrollo de su cine y el posterior estatus de culto. Fue precursor en cuanto a la rapidez de su trabajo (estrenó ocho películas en 1957 y otras ocho al año siguiente) así como por desarrollar producciones con papeles protagónicos femeninos como “Mujer Apache”, “Muñeca adolescente”, ”Escuela de señoritas”, “Las mujeres del pantano” o la reseñable “El sheriff de Oracle”, en la que la viuda del antiguo sheriff toma el mando.
Durante los cuatro primeros años de la década de los sesenta Corman publicó, entre otras, ocho películas libremente basadas en relatos de Edgar Allan Poe, siete de ellas con el legendario Vincent Price. Destacaban la inicial “La caída de la casa Usher”, “La tumba de Ligeia” o la excelente “La máscara de la muerte roja”, película de gran valor formal por el original uso del color y por unos planos innovadores e inquietantes. Entre películas de Poe (de las que al final reconoció aburrirse) también filmó las que posiblemente sean su mejor y su peor película. “The Intruder” fue algo que nada tenía que ver con lo que había venido desarrollando hasta ese momento. No era una película de monstruos (al menos no fantásticos), no iba de carreras de coches ni de mutaciones repentinas sino que abordaba con acierto el tema del racismo en el sur de Estados Unidos. También es la película favorita de su autor. La produjo con esmero junto a su hermano menor Gene Corman y, a pesar de ser una de las grandes obras del cineasta, fue la primera película en la que perdió dinero. Su público no estaba preparado para tal exposición de la realidad más dura e incómoda. De hecho durante el rodaje el equipo recibió varias amenazas por parte de los habitantes del pueblo en el que se encontraban.
Y decir que “The Terror” es mala es quedarse corto. Personalmente he sabido sacar provecho de muchísimas películas “malas”, pero con esta ha resultado imposible. No hay por dónde cogerla. Seguramente tenga que ver con haber llevado un guión sin finalizar, y con que hubo más de cinco directores que se pusieron al mando y trataron (con frustración) de terminarla. Distintos fragmentos fueron dirigidos por Francis Ford Coppola, Jack Hill o Jack Nicholson, que era el actor principal de la película.
En 1965 Corman anunció que iba a firmar contrato tanto con United Artists como con Columbia, es decir, con productoras grandes, pero otros proyectos hicieron que aparcara el tema. De nuevo a través de American International Pictures se sacó de la manga películas importantes en la historia del cine como “Los ángeles del infierno” o “The Trip”, ambas pioneras y notablemente realizadas. De la primera escribió el guión Charles B. Griffith, quien ya había escrito muchas películas para él durante la última década, y de la escritura psicodélica de la segunda se encargó Jack Nicholson, que algo sabía sobre el LSD. El propio Corman también probó el ácido para implicarse más en la película y afirma que tuvo un feliz viaje, casi idílico. Por eso le molestó que la productora (cada vez más conservadora) incluyera al final de la película una imagen del protagonista con un cristal roto por encima a modo de moralina.
De aquella época habría que nombrar también “La matanza del día de San Valentín”, “Mamá sangrienta” o la comedia negra “Gas-s-s-s”, que curiosamente es de las películas menos valoradas por su director. Tuvo que ver que la productora eliminase algunas escenas para que el acabado final no lo convenciese, ya que el concepto general de la película y el inusual desarrollo del género cómico era buenos, tal y como reconocería él mismo. El film bélico “El barón rojo” fue lo último que dirigió en muchos años. Entre los sesenta y los setenta Corman continuó dando luz a cineastas y trabajadores del audiovisual, facilitando su inserción definitiva en el mundillo. Docenas y docenas. Entre ellos se encontraban Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola, Scorsese, Ron Howard, Peter Fonda, Dennis Hopper, Bruce Dern, Jonathan Demme, Joe Dante, Sylvester Stallone, Curtis Hanson o James Cameron. Es bastante curioso, como afirmaba Corman en una entrevista, que Cameron, que fue el director con presupuesto más elevado de la historia un par de veces, comenzara junto a él en producciones de bajo coste.
1970 fue un año importante para el cineasta, ya que se casó con la que sigue siendo su mujer y co-productora, Julie Corman, y fundó también la compañía New World Pictures, a través de la cual produjo películas sobre enfermeras, moteros, peleas de gallos o carreras de coches, destacando de entre estas últimas el debut a la dirección del joven Ron Howard, “Grand Theft Auto”. La nueva empresa también fue la distribuidora estadounidense de películas europeas de cineastas como Bergman, Truffaut, Fellini o Kurosawa, visibilizando así el interés de Corman por el “cine serio”. New World finalizó los años setenta produciendo joyas como “La carrera de la muerte del año 2000” y clásicos del cine juvenil tipo “Piraña” o “Rock and Roll High School”.
Tras producir varias películas para 20th Century Fox, Corman montó New Concorde para continuar dando rienda suelta a su pasión por el terror de rápido consumo. En 1990, y tras casi veinte años sin dirigir, se puso tras la cámara para “La resurrección de Frankenstein”, una película bien resuelta teniendo en cuenta lo complicado de adaptar la novela de Brian Aldiss a la pantalla. Esta fue además la primera vez que Corman co-escribía un guión y quedaba acreditado. Aún así la película fue un fracaso comercial. Durante los años noventa se dedicó a producir remakes para televisión de algunas de sus películas (“La mujer avispa” y “Un cubo de sangre) y volvió a la ciencia ficción y el terror más obvios con la trilogía de “Carnosaurios”. Una década después, además de algunas películas de acción, produjo unas cuantas películas sobre mutaciones entre animales, comenzando con “Dinocroc”, pasando por “Sharktopus” y finalizando con la penosa “Sharktopus vs. Whalewolf”. Todas ellas películas funcionales en realidad, que (en el mejor de los casos) sirven para lo que sirven.
En 2017 se implicó en la producción del remake de “La carrera de la muerte del año 2000” y al año siguiente en la secuela. Ese mismo año sus propios hijos, Roger Martin y Brian Corman, denunciaron a su padre para evitar el comercio de su colección de películas aunque poco después la denuncia fue retirada. Lo último que hemos sabido sobre el maestro fue el Quarantine Film Festival que llevó a cabo durante el confinamiento del 2020 y a través del cual retaba a todos/as los/as interesados/as a grabar un corto de dos minutos en su propia casa y a enviarlo para su posterior valoración.
Su carrera cinematográfica es una de las más largas y anchas de la historia y contiene bastantes más películas aprovechables de las que se podría pensar. Dirigió cerca de sesenta en menos de veinte años y en total tiene casi quinientos films que llevan su nombre en los créditos. Y eso sin contar los proyectos no realizados. Una monstruosidad que deja claro que el cine actual está impregnado con su ADN. Muchas de sus películas están además concebidas por él mismo, a pesar de no llevar crédito alguno en ese sentido. Han sido muchas las veces en las que ha contratado a un guionista dándole algunas pautas de lo que quiere o incluso diciéndole el tipo de monstruo y de historia que tiene en mente. Él también ha sido creador narrativo aunque casi siempre en la sombra. En 2009 se reconoció su continuado esfuerzo y sus logros en el mundo audiovisual entregándole el Oscar honorífico, algo de lo más irónico, teniendo en cuenta que Hollywood siempre tuvo su esquema de acción muy alejado del de Corman. Seguro que hubo muchas personas dentro de la Academia que arquearon una ceja y se preguntaron quién era ese abuelito al que rendían homenaje. No fue el caso de Quentin Tarantino, que durante la gala lo presentó con gran énfasis.
Para mí el “concepto Corman”, o su sello si se quiere, queda reflejado de mil y una maneras en su filmografía: desde la fortaleza improvisada de la protagonista de “El sheriff de Oracle” a ciertas películas de mutaciones entre animales que ha producido en los últimos años, haciendo parada en el destacable trabajo de cámara de “La máscara de la muerte roja” o en la impactante y desconocida “El intruso”. Dick Miller haciendo de bocazas valiente en “Rock All Night”, Dick Miller con cara de no haber roto un plato en “Un cubo de sangre”, Dick Miller de mánager en la satírica “Hollywood Boulevard” o incluso Miller como mayordomo en “The Terror”. Todo esto nos acerca un poco más a la esencia de su creador. O Jonathan Haze, que además de ser el protagonista en “La pequeña tienda de los horrores” aparece en algunas películas primerizas del cineasta. Las pandillas de “Muñeca adolescente”, las mujeres vikingo luchando contra la dichosa serpiente del mar, “El monstruo del mar encantado” y sus constantes recursos cómicos, “El hombre con rayos X en los ojos” o el drama criminal de “Mamá sangrienta”. Ahí podemos encontrar buena parte de sus intereses y de sus logros.
Al pensar en su carrera y en los casi setenta años de alucinantes y alucinados films que ha realizado, lo que me llama la atención poderosamente es su capacidad para tirar hacia adelante ejecutando siempre sus ideas con firmeza y dejándose influir lo justo por su alrededor. Siempre ha sido de esos que prefiere sacarse de encima las siete ideas que rondan su cabeza y hacerlo de una forma digna y directa, en vez de dedicar un año entero a preparar una película buscando la perfección. Porque sus directores favoritos son reputados personajes como John Ford, Alfred Hitchcock o Howard Hawks, pero sus intereses son algo más prosaicos. Tal y como afirmaba su aprendiz a distancia John Carpenter “el estilo de un cineasta tiene más que ver con el instinto”, y Roger Corman ha vivido y vive de él. Es un ejemplo poco común a imitar por todo aquel que alguna vez soñó con crear.