Texto. Mikel Fernández (SurimiWorld).
Con todo lo que me gustaban los clásicos Sepultura, qué poca atención le he prestado a Soulfly. Mejor dicho, qué poca atención le he prestado a todos los proyectos surgidos después de la ruptura de la formación clásica de Sepultura.
Vaya por delante que el Roots nunca me llegó a convencer. Demasiada influencia del hardcore para alguien que acababa de descubrir el death metal. El primer disco de Soulfly iba por los mismos derroteros y lo descarté rápido, y de Cavalera Conspiracy e Inflikted creo que no he escuchado ni los adelantos. Algo parecido me pasa con los nuevos discos de Sepultura, ojo. Quitando el Dante XXI, que estuve escuchando un tiempo, apenas he hecho caso de la trayectoria de los brasileños, ya que lo poco que he oído no me ha incitado a profundizar más en sus lanzamientos.
No obstante, tras unos años pasando de ellos, he oído que este nuevo disco de Soulfly suponía una vuelta o acercamiento a los viejos tiempos de Sepultura. Sumado a eso que Max Cavalera ha vuelto a vestir camisetas de grupos de death metal, me he animado a echar un vistazo a su último trabajo.
Grabado en California bajo la producción de Josh Wilbur (que ha producido y/o mezclado discos de Lamb of God, Trivium o Megadeth), el sonido de Soulfly ya no tiene mucho que ver con el nu-metal de sus inicios. Suenan como una especia de Lamb of God un puntito más death metal. La producción se caracteriza por un sonido sucio más propio de los 90.
El disco es lo suficientemente variado para resultar entretenido. Suena pesado, muy pesado. Por momentos es puro death metal, en otras ocasiones tira más de influencias nu-metaleras y hay momentos que recuerdan mucho a los Sepultura del Chaos AD. Esta mezcla de influencias está muy bien hecha y en ningún momento resulta artificial. Además, el disco está muy bien tocado. Max Cavalera no es nuevo en esto y ha sabido montar una banda competente. El otro guitarra, Marc Rizzo, sabe tocar un buen solo y Zyon Cavalera, hijo del propio Max, demuestra que es un buen batería. Eso sí. llama la atención tono de voz de Max: me da la sensación de que ha perdido mucha fuerza. Sigue siendo perfectamente reconocible, pero suena agotado, como si todos estos años le hubieran pasado factura.
En cuanto a los temas, tenemos un poco de todo. Reminiscencias tribales, modernas y extremas se funden a lo largo de todo el álbum. Destacaría Ritual, que abre el disco. la más extrema Dead Behind the Eyes o Demonized, uno de los temas más completos del disco, rápido como pocos. Cierra el disco la instrumental acústica Soulfly XI, con acompañamiento de saxofón y que resulta un bonito cierre de disco.
Una grata sorpresa. A estas alturas pensaba que Soulfly no tenían nada que ofrecer y por lo que veo todavía les quedan balas en la recámara para crear discos interesantes y entretenidos.