Muchos son los bandazos que ha dado la carrera de Therion en los más de 30 años que su líder, Christofer Johnsson lleva tirando del carro. Poco queda del death metal sueco de sus inicios y apenas reconocería uno a la banda que pegó el petardazo con Vovin allá por los 90, pero a la vez ha logrado un sonido personal y reconocible a la primera.
Therion fueron posiblemente la primera (y si no, de las primeras) en eso que ahora se llama metal sinfónico y en incorporar una orquesta a sus composiciones, creando partes específicamente para ella y no adaptando líneas escritas para otros instrumentos. Con los años fueron haciendo mucho más mainstream su sonido, abandonando todo vestigio de metal extremo y acercándose a terrenos más rockeros, como en aquel Les fleurs du mal.
Con Leviathan sin embargo Therion vuelven al heavy metal en su vertiente más melódica, optando por temas más pesados y contundentes que rápidos. El disco, producido por la propia banda, goza de un sonido grandilocuente, con un perfecto equilibrio entre la orquesta y los instrumentos eléctricos. El bajo suena poderoso y la batería contundente y con fuerza, mientras que las guitarras se van repartiendo el protagonismo en la mezcla con las partes orquestales, en función de las necesidades del tema. El resultado es un disco de un sonido perfecto, nítido pero sin perder garra.
Una vez más el protagonismo de las voces se reparte entre el coro y los solistas, en una especie de diálogo entre todos ellos que ambienta perfectamente los temas. Destaca la presencia de Marko Hietala, Mats Levén y Thomas Vikström como solistas masculinos, grandes nombres del metal. El protagonismo en las voces femeninas se lo reparten a lo largo de los temas la gran Lori Lewis, componente fija de la banda, ayudada por las colaboraciones de Chiara Malvestiti (Beto Vázquez Infinitu, Crysalys), Taida Nazraić (The Loudest Silence) y Rosalía Sairem, quizá no tan conocidas pero que ejecutan un trabajo excepcional y logran una mezcla de tonos genial.
A nivel musical es un disco de un nivel altísimo, además de los suficientemente variado para no resultar cansino o aburrido. Molan temas como El Primer Sol (posiblemente, el mejor del disco) y su pegadizo estribillo en castellano, el cañero Psalm of Retribution, el rockero The Leaf on The Oak of Far, o los rápidos y contundentes Azi Dahãka y Eye of Algol. Pero tenemos también detalles en otros temas, como el estribillo pegadizo de Tuonela o la grandiosidad de Nocturnal Lights.
A mí me ha gustado mucho y me ha servido para reconciliarme un poquito con unos Therion que habían perdido un poquito el norte, en mi opinión, con tanto disco doble y tanta ópera-rock. Han vuelto a una propuesta más sencilla y, sin embargo, mucho más lucida.