Alvaro Heras-Gröh: «me parecía muy necesario dejar constancia de cómo se vivió el rock en Bilbao durante las décadas de 1960 y 70»

Texto: Carlos Molina.

Se ha hecho esperar más de la cuenta, pero ya está aquí la entrevista que hemos mantenido con Alvaro Heras-Gröh con motivo de la reedición ampliada de su imprescindible obra “Lluvia, hierro y rock&roll”. Extensa, merecidamente, y rica por los matices que el autor aporta en cada cuidada respuesta. Lo dicho… se ha hecho esperar… ¡pero para nosotros ha merecido mucho la pena!

Si te parece, antes de hablar del libro en sí, hagámoslo de la génesis de esta obra, que celebra ahora su décimo aniversario con una reedición con material revisado y ampliado. ¿Cuándo te da por meterte en este ‘berenjenal’ y por qué te pusiste a ello?

En 2003 los grupos en los que tocaba se habían separado por diferentes motivos. Para mí, formar parte de una banda había dejado de tener interés y tenía claro que no quería continuar tocando. Pero a la vez, la idea de no estar implicado en algún proyecto que tuviese que ver con la música en general y el rock and roll en particular me parecía inconcebible. Por esta época leía mucho sobre rock y empecé a sentirme atraído por la idea de contar la historia del rock en Bilbao desde sus orígenes. Tuvieron que ver y me inspiraron varios títulos que cayeron en mis manos durante los años noventa cuya estructura me llamó mucho la atención. Eran las biografías de Nico y Edie Sedgwick que publicó la editorial Circe; un libro sobre los Rolling Stones llamado Blown Away: The Rolling Stones And The Death Of The Sixties; y dos sobre el rock y el punk neoyorquino titulados From The Velvets To The Voidoids y Please Kill Me, traducida esta última posteriormente al castellano con mucho éxito por la editorial bilbaína Libros Crudos. Todos tenían una cosa en común: habían sido escritos utilizando el formato de historia oral, un recurso narrativo que hoy en día es bastante conocido pero por aquel entonces apenas se veía por aquí. Que los propios protagonistas de los hechos te hablasen directamente me pareció fascinante y la lectura me resultó mucho más directa y dinámica que en una narración convencional. Por otro lado yo siempre he sido muy de que me cuenten batallitas y viejas historias; me encanta escuchar a los veteranos y a la gente mayor hablar de sus vivencias y de los tiempos gloriosos, ya sabes. Así que a lo largo de los años había ido conociendo un montón de anécdotas y buenas historias del rock local a base de charlas en las barras de los bares. También tenía claro que había un puñado de buenos grupos cuyas trayectorias podían resultar muy interesantes y divertidas si se contaban adecuadamente. Además, me parecía muy necesario dejar constancia de cómo se vivió el rock en Bilbao durante las décadas de 1960 y 70 desde el punto de vista de los grupos pero también de los aficionados y la gente joven en general, ya que se trataba de un período sobre el que apenas había información y urgía documentar. Así que después de darle muchas vueltas finalmente me decidí a escribir la historia oral del rock en Bilbao. De cualquier forma tengo que decir que no se trata de una historia oral al uso, ya que junto a los testimonios he incluido muchos extractos de prensa -críticas de discos, crónicas de conciertos, etcétera-, y además yo adopto el rol de guía-narrador a lo largo de todo el libro, contextualizando y aportando datos, fechas e información general, así que también hay mucho texto propio.

¿Qué fue lo que te resultó más complicado de acometer durante la elaboración del libro, y qué aspecto que pensabas que te costaría sacar más resultó finalmente más sencillo?

Transcribir las entrevistas desde las cintas de audio acabó siendo algo así como una pequeña tortura. La búsqueda de información en las hemerotecas de las bibliotecas -fundamentalmente a través de prensa y publicaciones antiguas- es algo que me encanta pero tengo que admitir que al final se convirtió en algo bastante tedioso. Por aquel entonces aún no había tanto archivo digitalizado como ahora, lo cual obligaba a utilizar las clásicas e incomodísimas bobinas microfilmadas. Pasé tantos meses buceando a diario entre montañas de bobinas, visionando e imprimiendo microfilms para luego poder procesar toda la información en casa, que al final estuve a punto de acabar con problemas de vista y espalda. Pero bueno, ya sabes lo que dicen: sarna con gusto no pica.

El libro es excelso tanto en contenido como en continente, con información exhaustiva que se acompaña de un diseño visualmente muy atractivo. Imagino que eso te hará sentir doblemente satisfecho… 

¡Gracias! Lo cierto es que esa era la idea. Teniendo en cuenta que se trata de una edición conmemorativa he querido darle un valor añadido cuidando especialmente la parte visual, la calidad del papel y el diseño general. En este sentido he tenido la enorme fortuna de trabajar con Vudumedia, una empresa bilbaína de diseño gráfico formada por buenos amigos, algunos de ellos músicos pertenencients a la escena local, con la que he colaborado en diferentes proyectos. Siempre han sabido entender y plasmar mis ideas e indicaciones con muchísimo tino y también con toneladas de paciencia y profesionalidad. También te diré que desde siempre me ha encantado cómo se editan los libros de arte, cine y música en Francia y los países anglosajones. El cuidado que ponen en los detalles, el amor y compromiso que transmiten los diseños y que emana de cada página… Bajo mi punto de vista este es un aspecto que aquí casi siempre se ha descuidado bastante y en el que nos llevan décadas de ventaja, aunque también es cierto que esto está empezando a cambiar. Así que he intentado hacer algo parecido a lo que se edita en estos países, salvando las distancias y dentro de mis posibilidades, claro, y creo sinceramente que lo he conseguido. Solo se me ha quedado en el tintero la tapa dura, pero sin apoyo editorial ni financiación externa me resultaba económicamente inviable.

Decíamos en Orpheo tras su lanzamiento que se trata de un libro a recomendar, por supuesto, a los melómanos vizcaínos y vascos, pero también a aquellos de cualquier otro punto de España porque, en definitiva, realiza un análisis de cómo se vivía, y desarrollaba la música hace décadas y en los últimos años. ¿Estaba presente en tu cabeza también desde un comienzo que no sólo fuera una compilación de los más completos datos sobre nuestra escena, sino también que tuviera ese contexto sociológico?

Sí, esa fue mi intención desde un principio, aunque se trata de una vertiente del libro que fue creciendo y cobrando importancia a medida que iba avanzando en la redacción, recopilando información y recogiendo testimonios. Ten en cuenta que la obra abarca un periodo de cincuenta años. Medio siglo durante el que que la sociedad bilbaína ha experimentado transformaciones muy profundas y se ha visto expuesta a procesos históricos de naturaleza muy dispar, en ocasiones muy poco pacíficos: llegada de la democracia después de casi cuarenta años de dictadura, varias crisis económicas, desindustrialización y movilización obrera, deterioro urbano y medioambiental, polarización política extrema, terrorismo, auge del consumo de heroína, evolución del movimiento LGTBI, cambios en los roles de género tradicionales, recuperación económica, llegada del turismo, regeneración y reordenación a nivel urbanístico y medioambiental, reconocimiento internacional y un largo etcétera… Así que además de profundizar en los aspectos puramente musicales también contextualizo mucho hablando de procesos sociales, culturales, políticos y económicos, de cómo históricamente estos han afectado a los hábitos de ocio, la inquietudes y la manera de relacionarse y expresarse de la juventud, al surgimiento y evolución de las subculturas juveniles asociadas al rock y a la música que estas han creado o adoptado como propias. También a manifestaciones socioculturales como las radios libres, el movimiento okupa y los fanzines, además de otros actores muy relevantes como los promotores de conciertos, los periodistas musicales, los sellos discográficos y las distribuidoras autogestionadas, los programas de radio, los departamentos de cultura de los Ayuntamientos, las secciones musicales de la prensa generalista local, las revistas especializadas, las tiendas de discos, los garitos y salas de conciertos y, por supuesto, el público y los aficionados a pie de calle. Tal y como yo lo veo la microhistoria del rock bilbaíno -y la de cualquier lugar- se encuentra enmarcada en la macrohistoria de la ciudad y evoluciona condicionada por todos estos procesos sobre lo que te hablo; cambios que se producen a nivel local pero que habitualmente llegan desde otras ciudades y países de nuestro entorno cuyas dinámicas culturales nos influyen. No soy historiador, ni sociólogo ni sé nada de gestión cultural, pero todos estos aspectos están muy presentes a lo largo del libro y he intentado abordarlos con el máximo rigor.

¿Cuánto tiempo te llevó pasar de la idea a la imprenta con la primera edición de la obra?

Cinco años. Aunque hubo momentos de inactividad que alargaron bastante el proceso.

¿Y cuánto has dedicado a acometer esta segunda edición?

Un año.

Ya puestos, ¿por qué decidiste meterte en el ‘embrollo’ de retomar y enriquecer “Lluvia, hierro y rock&roll”?

El libro estaba agotado pero no dejaba de recibir mensajes y llamadas de gente y de tiendas que preguntaban cómo conseguirlo. Así que viendo que se acercaba el décimo aniversario de la edición original me pareció el momento perfecto para plantearme una reedición. Eso sí, me dije a mí mismo que si me metía con ello tenía que ser para ofrecer algo verdaderamente especial, una edición atractiva no solo para quien no conociese el libro sino también para quien ya tuviese alguna de las ediciones anteriores.

¿Qué destacarías de las aportaciones que tiene esta edición por el décimo aniversario?

Es una edición mucho más completa y cuidada que las anteriores. Yo diría que se acerca bastante a lo que realmente tenía en mente cuando me decidí a escribir el libro. De entrada hay cien páginas adicionales respecto a la edición original. Nuevas entrevistas, nuevos extractos de prensa y un anexo con información sobre el rock bilbaíno en 2018 y su evolución general durante los últimos diez años. He reescrito algunos pasajes y he incluido más información sobre muchos grupos. También hay doscientas nuevas imágenes, lo que aumenta el total a más de seiscientas entre entradas y carteles de conciertos, portadas de fanzines y fotos de grupos. Que el libro sea más grande me ha permitido aumentar el tamaño de muchas imágenes y presentar algunas a página completa y doble página, lo que hace que visualmente la lectura sea espectacular. Y por último he añadido un índice onomástico que se echaba mucho en falta y que resulta muy útil para navegar entre tantos nombres de grupos, salas de conciertos, festivales, fanzines, revistas, programas de radio, músicos, periodistas, etcétera.

¿Cómo valoras la recepción que ha tenido el libro, tanto en su primer lanzamiento como en el de esta nueva edición, en críticas y ventas?

Yo tenía muy claro que difícilmente se iba a repetir lo que pasó con la edición original ya que se agotó en tres meses gracias, sobre todo, al boca-oreja. Las mayoría de las críticas fueron excepcionales aunque hubo medios que no se enteraron del lanzamiento o lo ignoraron por ser una autoedición. Desde algún medio se acusó al libro de «apoliticidad» y a mí se me echó en cara «tener fe en las instituciones». También se me acusó de «mimetizar el vocabulario del poder» cuando menciono a ETA, supongo que por referirme a ellos como grupo terrorista y a sus acciones como asesinatos. Más allá de lo justas o injustas que puedan ser, fueron críticas que me llamaron la atención pero no me sorprendieron. Soy vasco, vivo aquí y sé lo que hay. Conozco bien los discursos políticos dominantes y lo que aún chirría en ciertos ámbitos que existan  posturas y actitudes que no puedan ser automáticamente encasilladas en esos discursos. Por no hablar de nuestra proverbial tendencia al reduccionismo ideológico y la polarización en los puntos de vista: si no eres de los nuestros, es que estás con el enemigo. Esa mentalidad de blanco o negro sin posibilidad de escala de grises que probablemente nunca consigamos sacudirnos del todo… En fin, mejor volvamos a la pregunta. Posteriormente hice una reimpresión que tardé alrededor de un año en liquidar y a partir de ahí el libro pasó a estar descatalogado. Con esta última edición a nivel de ventas las cosas están yendo razonablemente bien teniendo en cuenta que es la tercera. Con un libro como este, además, no hay que olvidar la enorme limitación que supone en términos de promoción y distribución el hecho de no tener respaldo editorial. Para que te hagas una idea, muchas cadenas de tiendas y grandes superficies no trabajan títulos que no tengan detrás una editorial o una distribuidora de cierto renombre. En mi caso y por lo que he podido comprobar, ni siquiera en Bilbao bajo una perspectiva de apoyo a los autores y la cultura locales. Así que si no tienes editorial necesitas una distribuidora. El problema con las distribuidoras es que te aplican las mismas condiciones comerciales que a una editorial establecida aunque les ofrezcas una obra autoeditada y autofinanciada. Incluso las distribuidoras que se autodenominan «alternativas», lo cual es algo que no deja de sorprenderme. Igual es que hay algo que se me escapa pero tal y como yo lo veo esto es algo que, como mínimo, podría calificarse de injusto. Supongo que es así como funciona «el mercado». No quiero desanimar a nadie pero la verdad es que a no ser que hablemos de un fanzine, a día de hoy yo personalmente no aconsejo la autoedición sin una mínima estructura detrás. Por otro lado las críticas y la cobertura mediática no han podido ser mejores, aunque ha habido medios y programas en el ámbito de la radio y la televisión que, por alguna razón, han ignorado el libro. Pero han sido casos puntuales y en este sentido estoy muy contento y agradecido.

Finalmente, son muchos los años que han pasado desde que hablábamos a menudo para Orpheo por tu trayectoria en Bonzos y The Painkillers. ¿Mantienes tu carrera musical en stand by, o cómo la enfocas de cara al futuro más inmediato?

Dejé de tocar en grupos hace más de quince años y aunque guardo buenos recuerdos y me lo han propuesto un montón de veces nunca he tenido la tentación de volver. Ahí fuera hay un montón de músicos con talento y cosas que decir a los que les compensan las horas en el local de ensayo, salir a hacer kilómetros en la furgona, las pruebas de sonido o compartir un proyecto común con sus compañeras y compañeros de grupo pese a las diferencias musicales, personales o de planteamientos que puedan surgir. Yo no soy uno de ellos.

Y un cotilleo, dices en tu biografía: “pasé mi niñez y adolescencia inmerso en cómics y viejas películas de terror”. Amantes como somos también en Orpheo del séptimo y noveno arte, ¿qué películas y títulos comiqueros son los que más te marcaron por entonces, y los que más destacarías ahora? 

Pues no creas que soy muy de listas, pero como no tenemos problemas de espacio te voy a contar algo que podría resultar interesante para quien haya llegado hasta esta parte de la entrevista. Aunque aparentemente no tengan nada que ver con la temática del libro, tanto el cine como el mundo del cómic tuvieron bastante que ver en que me decidiese a escribirlo ya que fueron mis dos primeras pasiones y despertaron mi curiosidad por las manifestaciones artísticas que a partir de entonces fueron cruzándose en mi camino. Durante los años 1950 y 60 mi abuelo materno fue uno de los responsables de la distribución de las películas de la Warner Brothers en la zona norte de España y también trabajó en Filmayer, una de las distribuidoras cinematográficas más potentes de la época. Así que en mi casa siempre se respiró cine porque mi madre también era una enamorada de las películas. De niño alucinaba mucho con los monstruos clásicos de la Hammer y la Universal. También con las pelis de Tarzán protagonizadas por Johnny Weissmüller, que eran un auténtico torrente de emociones y me impresionaban muchísimo. Fueron estas las películas que me descubrieron la magia del cine y me impulsaron a descubrir y profundizar en el cine negro, el expresionismo alemán, la nueva ola francesa, el gore y las slasher movies de los ochenta, los westerns, el llamado cine psychotrónico, el fantaterror español, el nuevo Hollywood, el blaxploitation, las teen-movies ochenteras, los musicales clásicos estadounidenses, el neorrealismo y el giallo italianos, el cine quinqui y la comedia de destape que se hicieron en la España posfranquista, y tantas otras maravillas que siempre me han acompañado. Recuerdo que de adolescente pasaba fines de semana enteros encerrado en casa viendo películas que pillaba en el videoclub de mi barrio, que para mí era una especie de templo sagrado. También disfrutaba un montón yendo al cine solo. Siempre he admirado mucho a directores como Sidney Lumet, Billy Wilder, Truffaut, Louis Malle, Eloy de la Iglesia, Fellini, Vittorio De Sica, Scorsese, Éric Rohmer, Herschell Gordon Lewis, Berlanga, Jack Arnold, Roberto Rossellini, Peckinpah, Raoul Walsh, Terence Fisher, Buñuel, William Friedkin o Antonioni, por nombrar algunos de los que más me han llegado a emocionar y divertir. También te diré que hoy en día prefiero revisionar y descubrir clásicos o devorar series y docus a ver películas nuevas que demasiado a menudo suelen decepcionarme. Aún así, continúo yendo al cine regularmente -el magnetismo de la pantalla grande es adictivo- y sigo la trayectoria de autores como Terrence Malick, Robert Redford, Ken Loach, François Ozon, Clint Eastwood, Kaurismäki o Alberto Rodríguez. El cine de terror actual, por ejemplo, no me pone nada pero siempre encuentro joyitas en el cine social y humanista europeo del siglo XXI («Le Havre», «Gracias A Dios», «Las Invasiones Bárbaras», «Yo Soy Daniel Blake», «Recursos Humanos», «El Niño De La Bicicleta»…). También me asombran y emocionan muchas películas de animación de estudios como Pixar o Dreamworks que, aunque la mayoría de los adultos solo ven cuando llevan al cine a sus hijas e hijos, van mucho más allá del perfil de dibujos para niños que a menudo se les atribuye.

En el mundo del cómic me metí a través de los tebeos que publicó en España la editorial Vértice en los años setenta. Yo era un niño introvertido y no demasiado sociable, así que aquel mundo, al igual que el de las películas, me cautivó completamente. Te hablo de todos los personajes clásicos de Marvel cuyos derechos adquirieron durante los años ochenta editoriales como Surco, Bruguera o Forum. De todo este universo mis dibujantes favoritos eran gigantes como los hermanos John y Sal Buscema, John Romita padre, Steve Ditko, Neil Adams, John Byrne o Jack Kirby. Todos ellos considerados hoy en día clásicos entre los clásicos de la era dorada del cómic de superhéroes. También guionistas como Roy Thomas y Chris Claremont, o entintadores como Tony de Zuñiga o Alfredo Alcalá. A mediados de los ochenta descubrí la editorial Toutain, que publicó aquí todo el material clásico de la estadounidense Warren y la obra de grandes autores españoles y latinoamericanos de los setenta y los ochenta a través de revistas míticas como Creepy, Tótem o Zona 84. Para mí entrar en este mundo del cómic, llamémosle adulto, fue todo un descubrimiento ya que fue cuando comprendí que el cómic, efectivamente, es una forma de arte por derecho propio. A través de estos títulos entré en contacto con leyendas como Will Eisner, Berni Wrightson, Richard Corben, Esteban Maroto, Frank Frazetta, Carlos Giménez, Víctor de la Fuente, Horacio Altuna, Moebius, Liberatore, Pepe González, Fernando Fernández, el tándem Abulí & Bernet y tantos otros. Recuerdo pasar tardes enteras totalmente hipnotizado en librerías de Bilbao especializadas en cómic como Tizona o la legendaria Tótem, donde me pillaba todo lo que mi paga me permitía. Poco después descubrí el rock and roll y, claro, me cambió la vida. Empecé a dedicar todo mi tiempo a la música aunque nunca dejé de lado los cómics, y aún recuerdo la excitación de descubrir autores de la cultura underground muy asociados al rock y el blues como Robert Crumb y Gilbert Shelton, con toda la movida de los Freak Brothers, Fritz The Cat y la revista Zap Comix, o la obra subterránea de españoles como Nazario o Mariscal, a quienes descubrí a través de viejos ejemplares de la revista Star. Ya en los noventa cayó en mis manos la obra de Peter Bagge y Daniel Clowes; todo el material de la editorial Fantagraphics: Bola Ocho, Odio, Ghost World, Agujero Negro, Love And Rockets… aquel nuevo cómic fue para mí todo un descubrimiento y la verdad es que aún sigo con interés la obra de Bagge y Clowes. Luego llegó toda la movida del Manga y ahí ya desconecté bastante porque no me va demasiado, aunque tengo que admitir que es un mundo que desconozco. La verdad es que hace ya tiempo que estoy desconectado de las novedades que van saliendo y no conozco nuevos autores interesantes, aunque sí estoy al tanto del auge y prestigio del cómic como novela gráfica, y me han gustado títulos como Maus, Epiléptico, ¡Puta Guerra!, Persépolis, Blankets o Fun Home. ¡Seguiría contándote cosas pero temo que esto se pueda convertirse en un tostón, si es que no lo ha hecho ya!

Cualquier cosa que quieras añadir…

¡Muchas gracias Carlos y larga vida a Orpheo!

Más info: http://alvaroherasgroh.com.

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