Dragonlord: «Dominion» (SpineFarm Records)

Texto: Mikel Fernández (SurimiWorld).

Tercer disco de este proyecto de Eric Peterson, guitarrista de los geniales Testament, orientado totalmente hacia el black metal. Este proyecto tuvo su auge en los primeros años del siglo XXI, precisamente cuando Testament atravesaban su momento más bajo: al frente de la formación sólo resistían Peterson y el vocalista Chuck Billy, a quien pronto se le diagnosticó un cáncer de garganta. Todo esto motivó la vuelta de la formación original, primero para giras explotando la nostalgia y luego ya funcionando a pleno rendimiento.

La vuelta de Testament, unos clásicos del thrash metal por derecho propio, ocasionó la puesta en barbecho de Dragonlord. Han sido más de 13 años de silencio hasta que este 2018, aprovechando el descanso de Testament tras la gira de su último disco, Eric Peterson ha decidido resucitar a Dragonlord para dar rienda suelta a su faceta más extrema.

Que nadie se lleve las manos a la cabeza, que tampoco es que el Sr. Peterson se haya pasado al lado oscuro del Inner Circle. Si bien estamos delante de un disco de black metal, más de 30 años de carrera componiendo para una única banda han hecho que los temas firmados por Eric Peterson sean muy reconocibles y a lo largo del disco hay numerosos riffs que, a otro tempo, encajarían perfectamente en un disco de Testament.

Producido por el propio Eric Peterson junto a Juan Urteaga (reconocido productor que ha trabajado, entre otros, con Testament) y mezclado por Jens Bogren (que no se pierde una, a saber cuándo duerme este hombre), el sonido evidentemente está a la altura. Compacto y contundente, pero sin resultar demasiado “extremo” para no alejar a los fans de Testament no demasiado familiarizados con el black metal. Es una especie de versión light de Dimmu Borgir, con unas orquestaciones mucho menos elaboradas, por hacernos una idea. Otro símil que me viene a la cabeza es el Damnation and a Day de Cradle of Filth, con el que comparte muchas similitudes en cuanto a la producción.

El tema-título es buena muestra de lo dicho. Blast-beats hipervitaminados junto a riffs puramente thrasheros sobre los que transitan unos teclados que acompañan a los riffs de guitarra. Otros, como por ejemplo Lamia tienen un aire más propio del heavy metal que del black o thrash. En Northlanders tenemos un solo 100% Testament. Y luego tenemos Love of the Damned, con el que se puede acuñar el término “balada black metal”. Ahí lo dejo. De todas formas, el tema más logrado es The Discord of Melkor, seguramente el más puramente black metal de todos.

El disco se escucha bien, tiene sus buenos momentos, pero no deja de ser un refrito del black metal melódico que arrasaba a mediados de los 90, pasado por el tamiz del thrash metal. Como curiosidad no está mal, pero yo seguiré esperando al siguiente disco de Testament.

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