Texto: Carlos Molina.
Nuestro protagonista de hoy en la sección Entre Bambalinas cuenta con tres décadas de carrera profesional. Nos referimos a Oscar Cubillo (foto: Pato Castañeda) , a buen seguro también uno de los plumillas más veteranos, en activo, dentro de la prensa española, poniendo su firma con cadencia habitual en el diario El Correo desde hace dos décadas. Sus reseñas de grupos locales fueron uno de los motivos de inspiración para poner en marcha, hace ya 17 años, este proyecto de ORPHEO, por lo que es todo un placer charlar con él sobre su trayectoria.
¿Qué discos, bandas y artistas conformaron tus primeras escuchas musicales?
Hum… Elvis Presley y el rock and roll clásico, o sea el rockabilly. Además, todo lo asociado al punk y a la nueva ola internacionales, y a lo que aquí llamaríamos la movida. Lo más cool que se podía oír en mi adolescencia, al principio de los 80.
¿Algunos nombres?
A ver… La primera casete que me compré fue la del ‘Just Supossin’ de Status Quo, nada más salir, en una tienda de Romo que duró muy poco. El primer LP que compré, ya a toro pasado, fue el primero de Tequila, porque lo quería poseer y lo pillé en Discoplay del Casco Viejo de Bilbao. El primer LP que hurté en el Corte Inglés fue el debut de La Frontera, nada más salir, y no hablaré más sobre esta fuente de adquisiciones discográficas en 12 pulgadas. Y el primer CD que me compré, también en El Corte Inglés, fue el de unas ‘Peel sessions’ de Napalm Death. No les conocía de nada, pero el nombre del grupo prometía y además su CD era el que más canciones tenía de esa misma serie. Por eso lo escogí.
¿Cuándo decidiste derivar tu pasión musical hacia una vertiente periodística?
Empecé a escribir de música para conseguir los discos gratis, así de sencillo. En 1987 empecé publicando un fanzine de rockabilly, el Good Rockin’. Estuve unos tres años con él. Luego pasé a colaborar en el Ruta 66, que pensé sería mi techo. Estuve muchos años firmando regularmente en el Ruta, la mejor revista de rock and roll española. Y, pensando que el Ruta no iba a publicar entera una entrevista que hice en Francia al bluesman Luther Allison, me decidí a publicar mi propia revista de blues, el ‘Ritmo y blues’, que sacó 15 números entre 1995-2000. Luther Allison cambió mi cosmovisión musical y también mi vida, como suena.
¿En qué primeras publicaciones y fanzines empezaste a poner tu firma, y qué recuerdas de esos primeros pasos y textos?
Pues en mi propio fanzine, ya te digo. Un día compré un fanzine de rockabilly bilbaíno, el Rock-Mola, y me dije: esto lo puedo hacer yo. Me costó solo dos números llegar a su nivel, porque el primer número era una vergüenza, por la imprenta y la maquetación, o falta de ella. De la noche a la mañana me propuse editar un fanzine para lo que te comentaba de conseguir discos gratis, que yo nunca he tenido dinero. Mi primer texto fue un refrito de La Frontera. Imagino que sería bastante infantil y lleno de errores y con sintaxis mejorable. Ni me atrevo a releerlo. Entonces no existía Internet y para escribir artículos te arreglabas con algún artículo de revistas, con las hojas de promoción, con algo que habías oído en la radio y, sobre todo y si se podía, con las entrevistas en persona. En esa época fanzinerosa también hice alguna entrevista por correo a grupos holandeses e ingleses.
¿Tenías algún referente como periodista en ese momento? Y si es así, ¿quién o quiénes eran?
Jaime Gonzalo, codirector del Ruta 66. Todo mi estilo, si se puede llamar así, deriva de leerle. También leía con mucho placer y atención, por si se me pegaba algo, a Ignacio Juliá, el otro codirector del Ruta 66, y al gran Diego Manrique. Recuerdo que el Ruta 66 costaba 300 pesetas y yo de mi paga semanal cada semana apartaba cien para comprar el número del mes.
Y ahora, ¿hay algún periodista musical que destaques por sus conocimientos y forma de abordar un texto?
Carlos Benito, mi compañero de El Correo. Tiene conocimiento musical, técnica de escritura profesional, y criterio, aunque mis gustos no coincidan con los suyos… Es un crack. Procuro que me influya, pero no estoy a su nivel. También leo todas las críticas de los directos del blog Conciertos Ultrasónicos. Se mojan en sus textos. No son los típicos escribas a los que todo les parece bien. Y dicen lo que piensan con mucha educación. Sobre todo me gusta leer reseñas de conciertos, para comprobar si el que las firma ha estado en ellos, ja, ja… Y aparte de eso, para ver si coincide su opinión con la mía, si ha dicho cosas que yo no sabía o no se me habían ocurrido… Leo a los Ultrasónicos, pero nunca antes de escribir mis criticas del mismo concierto si hemos coincidido. Eso sí, antes de lanzar la mía miro la suya no sea que me haya confundido en algo o, eso, que ellos hayan descubierto una versión que a mí se me hubiera pasado.
Sumas miles de bolos a tus espaldas, así que no te voy a poner en el compromiso de elegir uno pero, ¿cuál es el primero de ellos que te viene ahora mismo a la cabeza que recuerdes con cariño?
El de Raphael con la sinfónica de Bilbao en el Kursaal donostiarra hace dos años. Así lo conté: https://bilbaoenvivo.wordpress.com/2016/02/29/raphael-orquesta-sinfonica-de-bilbao-constante-frenesi/ en mi blog personal, Bilbao en Vivo, que solo trata de conciertos. Mi blog es una especie de diario personal, porque mi memoria no es la del fotógrafo Carlos García Azpiazu, que se acuerda de todo. ¡Y ha viajado a muchos bolos a lo largo de las décadas! Como tiene coche… Yo creo que Carlos es el aficionado que más conciertos ve de toda España. Le podríais entrevistar a él también.
¿Y algún concierto más de esos memorables?
Sí, esta cuestión del mejor concierto de mi vida va cambiando según las experiencias. Lo cual quiere decir que no estoy atascado, se me ocurre ahora que lo pienso. Varias veces he salido de un bolo pensando que he visto el mejor concierto de mi vida. Salí así la primera vez que vi a los Legendary Shack Shakers en la Fever, allá por 2006. No me podía creer tanta precisión, caña y locura. ¡Los Shakers hasta bajaron a pegar a varios espectadores! Y a través de algún micrófono se oía decir a alguien con miedo ‘qué pasa, qué pasa…’. Buf… Y el segundo mejor concierto de mi vida entonces sería el segundo que vi de los Legendary Shack Shakers, en la sala Azkena, creo que el 20 de abril de 2007. Me acuerdo de la fecha porque durante ese bolo me enemisté con una musa, con una amiga, pero lo que se me quedó grabado en la memoria fue el conciertazo, y al Coronel, el cantante de los Shack Shakers, colgado del techo escenario boca abajo, como un vampiro. Recuerdo también que esa noche empujé yo al Coronel para que no traspasara mi perímetro de seguridad. Estábamos delante, donde me gusta ver los bolos. Se oye peor, pero se ve mejor. Ese segundo día de los Legendary llegamos al Azkena tras haber pasado por una fiesta de aniversario en el Bilborock, donde nos hartamos a vino y pinchitos. Y luego seguimos con gintonics antes de entrar y durante el concierto. Estábamos hasta arriba, pero de alcohol. Yo nunca me he drogado. Igual empiezo ahora, a ver si adelgazo… ¿Me lo recomendáis?
Y bueno, también he salido pensando que había visto el mejor concierto de mi vida la primera vez que vi a los Manhattan Transfer en el Getxo Jazz, la primera y tercera vez que he vi a Michel Camilo, también en el Getxo Jazz, seguramente la vez que vi al pianista legendario McCoy Tyner en el Getxo Jazz… A Raphael en fiestas de Bilbao, creo que en noneto. Y por no parecer tan chic, yo qué sé, me acuerdo de bolos desenfrenados de Nuevo Catecismo Católico en sus principios, en el Xurrut y en un gaztetxe creo que de Leioa. O a Pop Crash Colapso liándola en Deusto, no sé dónde exactamente, en otra casa ocupada o algo así. De este de los Pop Crash Colapso escribí una crítica para el Ruta 66. En mi blog Bilbao en Vivo mantengo una lista de los mejores conciertos del año, y los once mejores que vi en 2017 son estos: https://bilbaoenvivo.wordpress.com/2018/01/01/lo-mejor-de-2017/
Quizá el de John Fogerty en el Azkena fue el mejor que vi el año pasado.
Y por contra, ¿cuál es el primero que se te ocurre que deberías borrar de tu memoria (si es que se puede saber)?
Alex Ubago en La Casilla, hace mil años. Fui con mi esposa, que éramos novios, y cómo me aburrí. ¿Cómo puedes ir a cualquier parte con tu novia y aburrirte? Bueno, quizá me bloqueé porque debía escribir sobre ello y estaría pensando en frases, intentando averiguar títulos… ¡Que entonces no había Internet! El año pasado hice una lista con lo peor que vi, y me salieron solo estos cinco conciertos: https://bilbaoenvivo.wordpress.com/2018/01/01/lo-peor-de-2017/
Este año aún no he apuntado nada pésimo. Lo bueno de lo malo es que se te borra de la memoria. Pero se pueden ver muchos conciertos malos en el BBK Live o en el BIME, sobre todo aquí porque se suma el ambiente oscuro e inhóspito del BEC.
¿Te gustaría mencionar algún grupo o músico español que consideres que está infravalorado y que merecería un mayor reconocimiento crítico y por parte del público?
Iñigo Coppel, el cantautor rock getxotarra emigrado a Madrid. Este verano andará mucho por aquí, o sea que la gente se anime y vaya a verle, que suele tocar gratis en bares. Es como Dylan, como Elliott Murphy, pero en castellano. Es épico y romántico. No entiendo por qué toca gratis en un bar del centro de Bilbao como el Residence y solo van a verle siete personas, como sucedió hace meses.
Imagino que eres consciente de no dejar a la gente indiferente. Y eso, para mí, es un plus, pero viviendo en el país en el que vivimos, ¿ha llegado a suponerte algo de desgaste, o lo afrontas con naturalidad y lo llevas bien?
Yo creo que es peor lo de ahora, que se ha corrido la voz de que soy majo y gente que no conozco me saluda y hasta me pide consejo. O mi opinión sobre lo que acabamos de ver. ¡Si yo no soy sociable! Sociable es Pato… Pero bueno, yo escribo para mí, para mi memoria. No voy a escribir algo que no sea verdad, o que no se corresponda con mi criterio. No voy a engañarme a mí mismo. Pero apenas hago reseñas negativas. Entrevistas y previos, todas positivas, claro. Sólo surge alguna regular en los directos. El año pasado, 2017, vi a 413 grupos y solistas, y sólo se me ocurrieron cinco malos, malos de verdad. Di que algunos de los conciertos malos no los veo enteros, porque me largo antes de que acaben, y claro, no voy a escribir sobre ellos. Aparte, todo artista, con perdón, que sale en un artículo espera que sea algo encomiástico, pero para eso que pongan anuncio. Mi intención al empezar en El Correo era la de ser yo mismo, la de escribir igual que en el Ruta 66, donde ya hacía muchas críticas de conciertos celebrados en Bilbao, o, permitidme el autobombo, en mi fanzine Good Rockin’, el mejor que se ha editado de rockabilly de España, o en la revista que publiqué del 95 al 2000, Ritmo y blues, la mejor revista de blues de la Europa continental. ¡Y entonces no había Internet, insisto! En la revista entrevistábamos a todos los bluesmen que pasaban por aquí y recibía discos de todo el mundo, desde Chicago hasta Australia.
Una de las cosas que más me gustan de tus textos es que creas un ‘universo paralelo’en tus crónicas en el que conviven amigos tuyos, a los que se les coge cariño, y que muchas veces son casi incluso el hilo conector, o central, del texto. ¿Fue algo que fue surgiendo sin pretenderlo tú con el paso del tiempo, o algo buscado para dotar de una personalidad distinta a tus crónicas?
Surgió sin pretenderlo. Y luego te das cuenta de que es un filón. La gente, los lectores, se fijan en los secundarios, y a veces piensan que no existen, que me los invento. Profesionales de la música me aseguraban que Pato no existía. ¡Lo que hay que oír! Ahora con Pato voy a menos bolos porque vive fuera de Bilbao por cosas de curro. Empecé a poner en las críticas de conciertos, en los bafles de El Correo, lo que opinaban ellos por eso, porque eran sus comparaciones, con las que en ocasiones yo podía no estar de acuerdo. Y que salieran chicas en el texto daba lectoras también. Con La Reina, por ejemplo, nos lo pasábamos genial, y ya se ha semiretirado por la maternidad y tal. Es que un concierto no es solo música. Para eso te pones el disco. Pero claro, estas intervenciones de los espectadores deben ser secundarias, no abusar de ellas. Hay que contar el bolo, la música, el sonido, lo que dice un tío al que no conoces y se te coloca al lado, o la ropa que visten los que se suben a escena, que es algo por lo que muchos me critican y aún no entiendo por qué.
Finaliza la frase. El periodismo musical en España es…
Una quimera, quizá. Ahora todo el mundo opina y lo cuenta en público a través de las redes, pero no creo que la opinión de cualquiera sea comparable con la de Jaime Gonzalo, por ejemplo. Yo leo a gente cuyo criterio me creo. Y sobre lo de profesionalizarse como crítico, o periodista musical, hoy día… Lo veo difícil, porque han desaparecido hasta los discos. ¡Yo ya no necesitaría escribir para poder oír la música con el todo gratis actual! Yo estoy en esto porque tuve suerte. Lo que no sé es si fue buena o mala suerte, je, je…
Un auténtico placer, Oscar, no te quiero robar más de tu preciado tiempo, pero si quieres añadir algo más, este es tu momento…
Gracias a ti. Gracias por la deferencia.