Texto: Mikel Fernádez (SurimiWorld).
Llegó el día de saldar una de mis cuentas pendientes en lo que a conciertos en directo se refiere: Judas Priest. Nunca han sido de mis bandas favoritas y encima tampoco terminaban de cuadrarme las fechas de sus anteriores visitas, por lo que hasta hoy no había estado en un concierto suyo. Así que en cuanto salieron las fechas de la gira de presentación de su última obra, Firepower, no hubo duda: esta vez tenía que ser la definitiva.
Poco después llegaba la noticia que condicionó gran parte de la promoción del disco y la gira: la retirada del guitarrista Glenn Tipton ante el avance inexorable del parkinson que viene sufriendo desde hace 10 años, noticia que hasta el momento se había mantenido lejos del dominio público.
Finalmente, el día llegó y lentamente nos acercamos a la Sala CuBEC, que no es otra cosa que la pista central del BEC cerrada por telones. De poco grato recuerdo en cuanto a sonido desde el día de Dream Theater, es el único lugar para conciertos de un cierto tamaño que queda en Bizkaia, dado que ni en Miribilla ni en el Landako Gunea de Durango se programan más conciertos.
En fin, que tras tomar una cervecita por los alrededores, allá que fuimos. Estaba ya todo listo para el concierto de Lords of Black, posiblemente uno de los grupos españoles con más proyección internacional, por su buen hacer y por contar como frontman con Ronnie Romero. El chileno ha sido elegido por Richie Blackmore para poner voz a la resurrección de los míticos Rainbow, heredando el puesto de grandes como Graham Bonett o Ronnie James Dio.
Con puntualidad británica, a las ocho en punto se apagaron las luces y comenzó a sonar la intro. Tras la misma, Lords of Black comenzaron a desplegar su propuesta, una combinación de hard rock y power metal que con razón les ha llevado hasta donde están. Magníficos instrumentistas comandados por un impresionante vocalista, su concierto solo tuvo un pero, el atroz sonido que sufrieron. Los coros no se oyeron, hasta tal punto que para el tercer tema optaron por llevarse los micrófonos. No obstante, salieron airosos del envite y estoy seguro de que ganaron más de un fan.
Se acercaba el momento, tras el consabido cambio de equipo, ocultos bajo un telón con el logo de Judas Priest y extractos de letras de temas. No tardaron mucho en realizar el cambio, y en pocos minutos las luces se apagaron de nuevo…
El inicio fue arrollador, con una intensa Firepower. Rob Halford demostró estar en un gran estado de forma (aunque se le notaba la edad al moverse), a pesar de lo comentado en foros respecto de otras giras. Si que da un poco de pena verle contraerse para llegar a los tonos más altos y, además, lleva más efectos que la trilogía de Jurassic Park, pero no se le pudo poner un solo pero a su actuación.
Mención aparte merece Richie Faulkner, que entrara en la banda hace 7 años como sustituto de KK Downing. Salió a comerse el escenario, tirando de repertorio de posturas de rock star sin fallar una nota. Junto a Halford es el protagonista absoluto del concierto. Ha inyectado nueva sangre a la banda y se está convirtiendo en uno de los pilares de la misma, al menos sobre las tablas.
El resto de la banda se mantiene en un discreto segundo plano. Ian Hill se mantuvo en el mismo puesto casi todo el show, apenas moviendo la cabeza, y Andy Sneap se mostró muy comedido, como si tuviera claro que está aquí de rebote por circunstancias no deseadas y no quisiera llamar la atención.
Por suerte, el sonido mejoró muchísimo respecto a los teloneros. De hecho, sonó mejor que el aciago día de Dream Theater. Un punto a favor de su técnico de sonido, pero también da qué pensar por qué Lords of Black no sonaron igual de bien. ¿Menos medios o les putearon desde Judas Priest?
En cuanto al set-list, fue muy completo. No se dejaron nada en el tintero. Del nuevo disco, además de la inicial Firepower, cayeron Lightning Strikes y Rising From Ruins, que demostraron no palidecer frente a los clásicos. De estos solo faltó Screaming for Vengeance, pero en dos horas de concierto y con semejante catálogo a sus espaldas, era fácil que alguna quedara fuera.
Tras la infaltable Painkiller (que Halford cantó mucho mejor que en vídeos de años recientes), llegó el momento de los bises. Y entonces saltó la sorpresa: Glenn Tipton se sumó a la fiesta para tocar, a tres guitarras, los cuatro últimos temas de la noche. Pasada la emoción inicial de ver al hombre encima del escenario, creo que fue evidente que su estado de salud se ha deteriorado mucho. La enfermedad no perdona y hay que valorar mucho el esfuerzo que le tuvo que suponer salir para esas cuatro canciones (Metal Gods, Breaking the Law, Living After Midnight y Victim of Changes, para el que le interese).
Buen concierto, desde luego. Estoy seguro de que Lords of Black ganaron más de un fan y Judas Priest demostraron por qué son unas leyendas. ¡Mereció la pena cada minuto!