Texto: Mikel Fernández (SurimiWorld).
Por fin, tras numerosas idas y venidas entre los miembros fundadores de la banda (con separación y reunión de por medio) y las consiguientes batallas legales sobre la propiedad del nombre Immortal, la música recupera su protagonismo y tenemos encima de la mesa su último álbum.
Immortal son una de las bandas de más renombre de la escena black metal noruega, habiendo debutado en 1992 y formando parte del ya mítico Inner Circle. Sobrevivieron a la baja de su guitarrista Demonaz por problemas de salud y con la entrada del batería Horgh recibieron una inyección de vitalidad. Pero la figura más visible era la del bajista y vocalista Abbath, uno de los frontmen más carismáticos de la escena extrema europea.
Nueve años separan su anterior All Shall Fall de este Northern Chaos Gods. Tras la fallida reunión, que saltó por los aires en 2015 en los ya citados malos términos, Demonaz ha cogido el toro por los cuernos: si ya era el encargado de escribir las letras, ahora también se ha encargado de la música, ha retomado la guitarra y ha asumido las voces. El bajo lo ha grabado el omnipresente Peter Tagtgren, que también ha sido el encargado de la producción.
Toda esta marejada en Immortal no ha supuesto mayores cambios en su música. Seguimos estando ante el black metal frío, con un puntito de inspiración en el heavy metal clásico a la hora de componer las melodías de guitarra. El inicio con Northern Chaos Gods es toda una declaración de intenciones: un tema rapidísimo que deja claro que Immortal están de vuelta con ganas de guerra. Into Battle Ride sigue el mismo camino, llegándose a hacer un poco monótono.
Gates to Blashyrk supone un cambio: menos velocidad despiadada y más ritmo, cambios de tempo y melodías que suponen un soplo de aire fresco y hacen que destaque en el álbum. Grim and Dark tiene los mismos ingredientes, pero resulta un tema menos inspirado. Y Called to Ice es más de lo mismo.
Con Where Mountains Rise la cosa mejora, es otro tema más inspirado que alterna partes rápidas y otras más melódicas, otro destacado del disco. Blacker of Worlds sube de nuevo las revoluciones, también presenta esta alternancia entre partes rápidas y melódicas, con menos brillo que en el anterior.
Sirve de cierre Mighty Ravendark. Más de 9 minutos en los que Immortal se muestran inspirados y van conjugando las partes rápidas y las melódicas, al que añaden un cierto aire épico y un estribillo pegadizo que le coronan como la joya del disco.
No es un mal disco, en absoluto. Que tras nueve años de silencio y broncas judiciales Immortal estén de vuelta siempre es algo favorable. Pero a mí no me llega a convencer del todo. Suena bien, pero en más de un momento da la sensación de ir un poco con el piloto automático puesto. De hecho, hay canciones que se hacen largas dada la repetición de riffs, como si les diera vergüenza presentar canciones de tres minutos de duración en lugar de cinco. Para mí un buen retorno, pero lejos de la espectacularidad que se le quiere dar.