Texto: Mikel Fernández (SurimiWorld).
El metal extremo siempre ha sido un estilo propenso a las mezclas y a la experimentación, y gracias a la continua transgresión de los límites del género hemos visto el nacimiento del death, black, doom, de las mezclas entre unos y otros, con el heavy clásico, con el thrash… Aunque en un principio su sonido parezca impenetrable, el metal extremo es capaz de fusionarse con cualquier cosa, siendo así uno de los géneros más ricos que hay.
Uno de los géneros que se ha incorporado en los últimos tiempos a la coctelera del metal extremo ha sido el metalcore. Después de su surgimiento a mediados de los 90 y su etapa de esplendor, ha llegado el momento de que quienes crecieron con él lo incorporen en sus influencias. Y aquí entran en juego Lorna Shore que con este Immortal, tercer álbum de su carrera, pretenden su despegue dentro de la escena extrema.
El disco es un compendio de metalcore, death metal técnico y brutal y algún ramalazo más cercano al black metal. Producido por Josh Schroeder, se caracteriza por unas guitarras pesadas, bajo machacón y un sonido de batería muy pulido, con un ocasional acompañamiento de teclados que bien sirven para completar la atmósfera de los temas, bien como contrapunto melódico de las guitarras. El conjunto suena bastante a batiburrillo en algunos momentos, con una producción un tanto enmarañada. Las voces van alternando tonos guturales, chillones y rasgados, en una demostración de rango del vocalista CJ McCreery, fichado para este álbum y expulsado poco antes de su publicación ante la sucesión de denuncias de abusos sexuales y psicológicos por parte de varias mujeres.
Lo curioso es que todos los temas tienen de todo. Esto es, no hay una influencia principal sobre la que se vayan sumando el resto de ingredientes, sino que tan pronto tenemos un breakdown metalcorero como un riff digno del brutal death o una sección con aires de black metal onda Dimmu Borgir. Esto hace que los temas suenen variados y distintos entre sí, pero a todos les une la brutalidad y que todos los estribillos tienen ese gancho comercial propio del metalcore americano y que suena indiscutiblemente popero. Destacan el inicial Immortal, Hollow Sentence, Darkest Spawn o Relentless Torment.
Un disco denso, al que le cuesta entrar. Hay muchos matices, pasan muchas cosas y los continuos cambios hacen que en ocasiones pierdas el hilo, pero hay que reconocer que tienen muy buenos riffs y que partes muy logradas. No es que esta especie de black/deathcore técnico sea del todo santo de mi devoción, pero tiene partes verdaderamente logradas, mientras que en otras el exceso de brutalidad empaña el resultado.