Texto: Mikel Fernández (Surimiworld)
Los Archivos del Pentágono es la última película de Steven Spielberg, quien parece que últimamente se dedica a tratar temas o hechos basados en las libertades civiles a la vez que retratan la América de la Guerra Fría en la que se crió. Si recordamos la anterior El puente de los espías, no dejaba de ser una oda al hombre corriente que lucha por la justicia, encarnada en el abogado que insiste en buscar todos los medios de defensa para que su cliente tenga un juicio justo en unos Estados Unidos más preocupados en el posible conflicto con la Unión Soviética.
En esta película no hay elementos externos a los Estados Unidos, sino que lo que se trata es la libertad de prensa frente al poder político, por un lado y como trama principal, y por otro el empoderamiento de la mujer frente a una sociedad patriarcal que dicta lo que han de hacer en todo momento. Temas de actualidad extrapolables perfectamente al momento que estamos viviendo. Por un lado estamos asistiendo a la rendición incondicional de la prensa, antes llamado el cuarto poder, y que tras la entrada de inversores y especuladores ha perdido toda su capacidad de incomodar al poder ante el miedo a la pérdida de financiación por parte de los banqueros que hoy día se sientan en los consejos de administración de estas empresas. Especialmente está siendo sangrante, al menos en España, la deriva del periódico El País, antaño medio identificado con la izquierda y la socialdemocracia y que en los últimos tiempos replica incondicionalmente los mensajes que desde el gobierno español se lanzan (o al menos se quieren hacer llegar) a la opinión pública.
El otro tema, tratado en lo que parece la trama secundaria, es el empoderamiento de la mujer. De cómo una mujer que figura nominalmente al frente de una gran empresa por circunstancias sobrevenidas, a la que no se esperaba en el puesto y a la que poco más o menos se le dice lo que tiene que hacer por parte de sus supuestamente iguales masculinos, es capaz de tomar conciencia de su posición, de su poder, de su capacidad de decisión y hacer frente a quienes la minusvaloran y prácticamente ignoran, tomando las riendas de su vida y su empresa y haciendo frente a las consecuencias que de ello deriven, pero al menos habiendo sido ella la que decide.
Hay varias escenas que refuerzan el carácter de esta segunda trama. Una de ellas es cuando Meryl Streep, en el papel de Katharine Graham, dueña de la empresa editora del Washington Post, se dirige a la Bolsa de Nueva York para tomar parte en la OPA de su empresa: de puertas afuera todas las secretarias y asistentes, mujeres; dentro del centro de poder, todo hombres, a cuya intervención paternalista se somete en los primeros compases de la película y ante la que acaba revelándose.
Surge un curioso paralelismo entre ambas tramas: la parte fuerte y que aparentemente domina la situación, que dicta los designios que han de regir la vida del resto (el Estado que pretende coartar las libertades y la sociedad patriarcal que ignora a la mujer), a la que inesperadamente se enfrenta quien parece no tener nada que ganar (el Washington Post, un periódico local, y la Sra. Graham frente a su paternalista consejo de administración). Es una historia de rebelión frente al orden establecido, de lucha por las libertades de las personas y la sociedad frente a la imposición y dominación de unos pocos.
La película está magníficamente protagonizada por Meryl Streep, que borda el papel de mujer apocada que se deja llevar por los hombres a su alrededor, y Tom Hanks, quien vuelve a sacar su lado más histriónico, aunque esta vez el personaje lo exige, por lo que se puede sobrellevar. El resto del reparto cumple sobradamente, reforzando la actuación de los personajes protagonistas.
Una magnífica película, que retrata magistralmente la lucha por las libertades, tanto sociales como individuales, y que a día de hoy está de plena actualidad.
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