Texto: Carlos Molina.
“El arte y la cultura nos ofrecen una vida mejor y más plena”. Así se expresó el compositor donostiarra Alberto Iglesias (San Sebastián, 1955) al recibir el Mikeldi de Honor por parte del Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao (ZINEBI). Una cita en la que estuvo presente ORPHEO y durante la que mostró diversas pinceladas de su obra y filosofía artística.
Tras mostrar su “placer” por recibir el galardón, Iglesias se mostró “honrado” por formar parte del festival y, en especial, por ser receptor de un reconocimiento que, a su juicio, “enfoca la importancia de la música dentro del cine”. “Por eso estoy orgulloso de representar un arte que a veces se ha considerado menor”, confesó.
“La música tiene un valor narrativo enorme dentro de una película, en el cine adquiere una dimensión que a veces sólo es recibida por nuestro subconsciente”, añadió, para subrayar que siempre se ha considerado “alumno” de los directores con los que ha trabajado hasta ahora, “en muchos sentidos”.
Porque Iglesias cree que aún le queda mucho por aprender, y aportar. “Es un homenaje que no me detiene, estoy a la mitad de mi carrera. El aprendizaje de estos años no me hace sabio, sino que me deja a las puertas de unas nuevas experiencias”, apuntó.
El compositor guipuzcoano trabaja duro para “invocar las musas de todas las maneras posibles”. Juzga la inspiración como “un estado alterado que se logra trabajando y escuchando”. “En mi caso también intento no tener en cuenta lo que he escrito antes, y seguir en modo aprendiz, que es como me siento”, dijo, para resaltar también la necesidad de “preparar psicológicamente la paciencia”, así como se ejercitan los músculos en un gimnasio.
Iglesias acaba de finalizar su colaboración para el nuevo trabajo de Carlos Vermut, “Quién te cantará”, película de temática musical que adelanta que será “influyente” entre las que se estrenarán el año que viene. “Cuando termino un nuevo trabajo siento una liberación muy grande”, confesó, aunque no significa que se quede precisamente parado. “Sigo completando un ciclo de piezas para voz con el propósito de terminarlas este año”, adelanó, además de colaborar en el nuevo filme de Iciar Bollain, “que tiene que ver con el ballet”, lo que le produce mucha ilusión “porque en mi carrera ha habido mucha relación con el mundo de la danza”.
El músico manifestó que le agrada revisitar la historia del cine “continuamente”. “Hay películas que vemos de distinta manera según nuestra estado de ánimo”, defendió, para agregar que hay filmes “fundamentales a los 20 años que luego valoras menos y otros que adquieren con el paso de los años un relieve poderoso”. “La cultura hay que estar visitándola continuamente”, sostuvo.
Entre sus referentes cinematográficos, Iglesias apuntó el cine de Hitchcock “y la importancia de la música en su narrativa”, las composiciones de Nino Rota -especialmente para Fellini- y Akemitsu “al que visito con devoción, y veo ahora mucho más el alcance de su imaginación”.
Respecto a su método de trabajo, mantuvo que es “diferente” con cada película. “En ocasiones, como con la última película con Vermut, leo el guión y comienzo a escribir algo, y en otras no empiezo hasta que se inicia el rodaje de la película y veo el primer material. Lo primero que pregunto es si es necesaria la música para contar la historia”, reconoció.
“Busco la explicación que haga que ésta sea realmente necesaria y parto de esa necesidad. Cuando Vermut me enseñó la película, no sé si por timidez, le dije que pensaba que no necesitaba mi música. Me ha pasado en otras ocasiones también, pero nunca me he podido escapar de mi compromiso”, apuntó con media sonrisa.
“La música es muy, muy influyente. Si se acomoda a todas las proporciones de una película -duración, pausas…- termina siendo invisible. En ese territorio de emociones es donde me tengo que mover”, concluyó.
Trayectoria
Alberto Iglesias (San Sebastián, 1955) es uno de los grandes compositores de música del cine contemporáneo nacional e internacional. Dio sus primeros pasos en el arte de poner música a las películas con los cortometrajes “Paisaje” e “Ikusmena”, ambos dirigidos por Montxo Armendáriz en 1980. Poco tiempo después, debutó en el largometraje con “La muerte de Mikel” (Imanol Uribe, 1984), la película más representativa de lo que por entonces la crítica empezó a llamar nuevo cine vasco.
A partir de principios de los 90, emprende y desarrolla su colaboración, más o menos continuada, con algunos de los más importantes directores del cine estatal, tales como Ricardo Franco (“El sueño de Tánger”, 1991), Julio Medem (“Vacas”, 1992), Carlos Saura (“¡Dispara!”, 1993), Pedro Almodóvar (“La flor de mi secreto”, 1995), Bigas Luna (“La camarera del Titanic”, 1997), Iciar Bollain (“Te doy mis ojos”, 2003) e Isabel Coixet (Spain in a Day, 2016). En todo caso, sus partituras para Medem (5) y Almodóvar (10) las que señalan sus más intensas, duraderas y personalísimas aportaciones al reconocimiento mundial del cine español.
En el plano internacional destacan sus composiciones para Oliver Stone (“Comandante”, 2003), Fernando Meirelles (“El jardinero fiel”, 2005), Marc Foster (“Cometas en el cielo”, 2007), Steven Soderbergh (“Che: Guerrilla·, 2008), Hossein Amini (“Las dos caras de enero”, 2014) o Ridley Scott (“Exodus: Dioses y reyes”, 2014).
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