Coldplay: apabullante oda al buenrollismo

(Coldplay, sábado 27 de mayo de 2.023, Estadio Olímpico de Barcelona)

Texto: Txema Gutiérrez.

Abstenerse diabéticos musicales: los Coldplay disfrutan endulzando y azucarando nuestras vidas y no se esconden ni se avergüenzan de ello. Creen en su apuesta y la llevan hasta el final. Ante un mundo tantas veces frío y gris, ellos ofrecen calor y color. Y es absolutamente inevitable caer rendido y contagiado ante la intensidad de su propuesta, tanto conceptual como formal, con una eufórica y preciosista apelación a los buenos sentimientos, a la felicidad, al amor, a la vida. Quieren que salgas de sus conciertos sintiéndote una persona mejor, y me atrevo a decir que lo consiguen.

Presenciar su espectáculo en directo es como cruzar el umbral de Disneylandia: accedes a un mundo maravilloso donde sólo existen la belleza y la bondad. El prólogo ya nos predispone a la fantasía lacrimógena con mayúsculas: suenan los mágicos pentagramas del ET de John Williams. Infalible. Y acto seguido, primeros acordes de Higher Power, primera explosión de confeti, primer encendido de luces en el escenario y en todo el estadio (el gran acierto de las pulseras luminosas es que consiguen que el público no sólo contemple el espectáculo, sino que forme parte de él), y ya no puedes oponer ninguna resistencia. Ya te han desarmado. Te olvidas de golpe de todos tus problemas, hasta de los más inmediatos, como la odisea para llegar hasta el Estadio Olímpico en una Barcelona caótica de taxistas especuladores.

Los primeros 90 minutos de concierto son un tour de force con la banda británica dando al público exactamente lo que quiere. El set list es un inapelable recorrido por todos sus álbumes, desde el primero hasta el último. Temazos como Adventure of a Lifetime, Paradise, The Scientist, Viva la Vida (ooooh ooooh, qué coro más efectivo), Hymn for the Weekend, Yellow, Clocks, My Universe People of the Pride, con su rollo cañero tipo Muse… Casi no hay respiro excepto en el momento intimista one man show de Chris Martin con su piano, interactuando con el público en un español bastante aceptable (“llevo 20 años aprendiendo”… herencia, suponemos, de la Paltrow), agradeciéndonos a todos por estar ahí (y pidiendo perdón “por los problemas, el tráfico, las colas…”, ufff, si yo te contara, Chris), invitando al escenario a un afortunado espectador (Manuel, un chico con autismo con el que entre abrazos cantó Till Kingdom Come de su mejor disco, X&Y) y recordando a Tina Turner con What´s love got to do with it (a dúo con la cantante de los teloneros Churches). Y para quien piensa que los Coldplay son unos tristes, también dan rienda suelta a su lado más gamberro y friki (su último disco, Music of the Spheres, lo es y mucho: cada canción representa a un planeta de una galaxia inventada), apareciendo en el escenario con cascos extraterrestres con la preciosa Something just like this que compusieron con The Chainsmokers y para reinterpretar la inmensa y sobrecogedora Midnight, tema cumbre de su Ghost Stories, en una versión más acelerada, festiva y bailable, como demostró Chris Martin sin ningún tipo de vergüenza.

Primera parte del concierto que culmina con su himno para estadios por antonomasia, A Sky Full of Stars, con gracieta incluida del grupo al público, parando sorpresivamente la canción justo en la llegada del primer estribillo, charlando tranquilamente entre ellos e incluso Martin tomando un refresco con pajita ante la impaciencia cómplice del respetable. Mensaje del cantante antes de retomar la canción: disfrutemos de ella sin aparatos electrónicos, sólo vosotros y nosotros viviendo la experiencia sin pantallas. Petición imposible. El clímax pirotécnico nos hace a todos sacar el móvil para inmortalizar el momento.

Tras la falsa despedida con el público pidiendo más, regresa la banda acompañada ni más ni menos que de los Gipsy Kings para ofrecer una curiosa jam session con Bamboleo y A mi manera, en un, suponemos, guiño local de los británicos que resulta un poco innecesario y bastante bizarro. Pero nada puede empañar el arreón final. Irrumpe Humankind con su explosión roja inundando todo el estadio, y si todavía queda alguien a quien no han conseguido arrancar una lagrimita, llega la catarsis con la épica Fix You (de, reitero, su mejor álbum X&Y), con miles de gargantas coreando ese emocionante Lights will guide you home, And ignite your bones, And i will try to fix you. Después de esto, poco más se puede ofrecer, así que el cuarteto británico cierra el show a modo de coda con la dulzona, cándida y agradable Biutyful, cantada por Martin a dúo con una marioneta extraterrestre que recuerda a Los Lunnis (ya he dicho que Music of the Spheres es un álbum muy friki). In crescendo final, última traca de confeti, serpentinas y pirotecnia, y se acabó. En la pantalla del escenario queda un mensaje en mayúsculas: BELIEVE IN LOVE. Después de dos horas viviendo en un mundo de ensueño, toca volver a la realidad. Pero ahora nos parece todo un poco más amable. Es el triunfal milagro de Coldplay. En esto, no tienen rival.

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