No voy a negar que Epica son muy buenos, que tienen discos muy trabajados que les han ayudado a llegar al estrellato del metal, llegando incluso a encabezar festivales (Leyendas del Rock). Este Omega es su octavo álbum, lo que da muestra de su prolífica actividad desde que echaran a andar en 2003.
La banda siempre ha pivotado sobre el trío formado por Simone Simons (voz), Mark Jansen (guitarra y guturales) y Coen Janssen (teclados). Desde 2012 completan la formación Rob van der Loo (bajo), Isaac Delahaye (guitarras) y Ariën van Weesenbeck músicos que han participado en otras bandas holandesas como Mayan (con Jansen y Simons) o God Dethroned.
El disco ha sido producido por Joost van den Broeck, que ya había trabajado antes con la banda, e incluye la participación de la Orquesta Filarmónica de Praga y los coros Kamerkoor y Zangschool Brabant. Además, colaboran con voces adicionales Vicky Psarakis (The Agonist), Marcela Bovio (Stream of Passion) y Zaher Zorgati (Myrath). El resultado es un disco muy pulido, con un equilibrio perfecto entre todos los instrumentos, sobre todo en el reparto del protagonismo entre teclados y guitarras, así como entre las distintas voces implicadas.
Musicalmente no hay nada nuevo: Epica son ahora mismo los principales adalides del metal sinfónico y en su receta incluyen metal progresivo, death/doom metal y heavy clásico, todo ello mezclado de tal manera que han logrado un sonido fácilmente reconocible y personal. Suenan a ellos mismos, lo que seguramente ha ayudado a auparles a esa primera línea del metal europeo, frente a otros muchos grupos de características similares que orbitaron durante la primera década del siglo XXI. Así, merece la pena destacar Abyss of Time – Countdown to Singularity, tema que se caracteriza por un bonito juego entre las partes melódicas y las más pesadas, así como en el intercambio de voces, y el rápido pegadizo estribillo; el medio tiempo The Skeleton Key; Gaia, en el que incluso encontramos algún ramalazo más cercano al death metal melódico; el melódico Code of Life, con esa melodía de semblanza árabe, con un despliegue vocal tremendo por parte de Simone Simons, arropada por unos coros que realzan todavía más su interpretación; el largo Kingdom of Heaven Part 3 – The Antediluvian Universe: con un cañero inicio protagonizado por los teclados; y Rivers, una bonita y melancólica balada, solo con piano y voz al principio y con un riff lento y grandioso con la voz de Simons y el coro doblando las líneas vocales.
Me ha sorprendido gratamente, porque yo no me esperaba mucho de un disco de Epica. Este Omega lo he disfrutado bastante, quedándome con una buena sensación al terminarlo.