On the Record: Carlos Benito

Carlos Benito

Riojano del 71, Carlos Benito trabaja desde mediados de los 90 en El Correo, donde coordinó el cuadernillo Viernes de Evasión (¡qué recuerdos!) y mantiene desde hace dieciséis años el blog Evadidos, «aunque con la pandemia lo tengo casi en animación suspendida». Con él mantenemos una animada y bien chula charla sobre recuerdos y pasiones musicales…

¿Qué discos, bandas y artistas conformaron tus primeras escuchas musicales?

La primera canción que grabé en una casete y que abrió el camino a todo lo demás fue ‘Words’, de F.R. David: recuerdo que a mi primo Ramón le prestaron el single y yo decidí que también quería conservar aquello, un impulso que nunca había sentido hasta entonces. Pero mi primera gran pasión, que marcó mi primera adolescencia, fue Mike Oldfield, escoltado por sospechosos habituales como Jean-Michel Jarre, Vangelis o Alan Parsons. Suyo fue el primer disco que me compré, ‘Crises’. Yo tenía 12 años cuando salió y no sabía nada de nada, ni siquiera había entendido que Mike Oldfield era un señor que tocaba la guitarra (bueno, la guitarra y cualquier otra cosa) y que contrataba a otros para que cantasen. Cuando saqué el elepé de la funda, me asusté porque en un lado había cinco cortes de otras tantas canciones pero en el otro no vi ninguno, y pensé absurdamente que a lo mejor estaba grabado solo por una cara. Luego, como suele ocurrir, me vicié precisamente de esa cara que las primeras veces me había parecido tan rara: es el tema ‘Crises’, la típica suite de veinte minutos de Oldfield. En el verano de los 12 años solo tuve ese disco y lo escuché en bucle, vuelta y vuelta durante tardes enteras. A partir de ahí me repartí con mi amigo Juan la tarea de ir comprándonos los discos de Mike Oldfield, que luego el otro se grababa debidamente en cinta, y siempre me ha dado rabia que a él le tocasen ‘Ommadawn’ y ‘Hergest Ridge’, que acabaron siendo mis favoritos. Hoy sigo escuchándolos con cierta frecuencia y con mucho disfrute. Después tiré ya por la senda de The Cure (bufff, aquello sí que fue obsesivo), Joy Division, The Jesus And Mary Chain, los Stooges, Wire, Buzzcocks, The Fall, Sonic Youth, Pixies, Big Black…

¿Recuerdas cuál fue tu primera publicación periodística con una temática musical?

Llamarlo ‘periodístico’ supondría un atentado contra este noble oficio, pero claro que me acuerdo: un articulito bastante pedante sobre Cocteau Twins en la revista del instituto y otro sobre The Smiths en una especie de fanzine que hacía la parroquia de mi barrio, cosa de curas izquierdosos. Allí empecé a hacer una columnita musical que se llamaba ‘Cuelguen al discjockey’, por la letra de ‘Panic’, de The Smiths.

¿Has tenido algún referente dentro del periodismo musical? Y si es así, ¿quién o quiénes eran?

En aquella guerra de bandos absurda que se solía entablar entre los lectores de ‘Rockdelux’ y de ‘Ruta 66’, yo era de los primeros, aunque al principio no pillaba casi ninguna referencia y me resultaba todo un poco irritante. A falta de hermanos mayores, que no tenía, y de internet, que evidentemente no existía, las revistas musicales fueron cruciales para mí: leía sobre un artista raro que no conocía, me imaginaba cómo sonaba y quizá al cabo de un tiempo, con mucho esfuerzo, conseguía comprarme o grabarme algún disco suyo. Y a veces incluso me gustaba. Pero, si ya con los artistas soy más picoteador que completista, ni te cuento con los periodistas musicales: nunca he tenido mitos de ese tipo, aunque lógicamente me encantan cosas como el magisterio sereno de Diego A. Manrique, las reflexiones musical-emocionales de Rafa Cervera, los portentosos análisis de discos de Jaime Cristóbal o la profundidad certera y deslumbrante de Simon Reynolds, cómo no.

Y ahora, ¿hay algún periodista musical que destaques por sus conocimientos y forma de abordar un texto?

Hombre, aquí tengo que citar a Óscar Cubillo, ‘compañero y sin embargo amigo’, como suele decir él. En estos añitos que llevo en el periodismo, he comprobado que muchos colegas creen que escribir de música es muy fácil y que una crónica de concierto la hace más o menos cualquiera. Claro, siempre se imaginan escribiendo de su artista favorito: en cuanto les sacas de esa pequeña zona de confort, suelen perder de pronto todo ese empuje. Lo de Cubillo tiene un mérito increíble: lo mismo te hace crónica de Perales, que de Entombed, que de Camela, que de Señor No, que del Bilbaína Jazz Club, que del último superventas. Va de aquí para allá, enlaza dos o tres conciertos diarios (¡incluso en este último año!), se pone a escribir en cuanto llega a casa y manda el texto al periódico al cabo de un rato, aunque sean las dos de la madrugada. Y el tío aborda todos los conciertos con el mismo espíritu de imparcialidad, sin dejarse condicionar por sus preferencias. Eso es dificilísimo de hacer, y todavía más si se lleva tantos años en esto como él.

Sumas bastantes bolos a tus espaldas, así que no te voy a poner en el compromiso de elegir uno pero, ¿cuál es el primero de ellos que te viene ahora mismo a la cabeza que recuerdes con cariño?

Los Bichos en el Subsuelo de Pamplona, el 19 de diciembre de 1991, con The Pleasure Fuckers como teloneros. Yo estudiaba Periodismo en Pamplona, era muy fan de Los Bichos y solía cruzarme con Josetxo Ezponda por la noche, en los bares, pero me intimidaba demasiado como para abordarle. Solo conseguí verlos en directo aquella vez, un rato en segunda fila y otro rato en primera, esquivando el clavijero de la guitarra, y para mí se ha convertido en una especie de recuerdo sagrado. Hay muchos más que también son especiales, por una razón o por otra: Cancer Moon en la Conti, Lagartija Nick en La Nube (y en tantos otros sitios), Årabrot en el Sentinel, los Misfits en el Roseland con mi amigo Aramendía, la primera vez que vi a The Cure (en Donosti, y también aquellos diez minutos de Robert Smith solo en el Bilbao BBK Live), el mítico concierto de The Jon Spencer Blues Explosion en el Kafe Antzokia, Nick Cave & The Bad Seeds bajo una luna preciosa en el Doctor Music, los Cramps en Zaragoza, Napalm Death en The Garage, Les Biscuits Salés en un inolvidable festival Sonajero con mi amigo César, Vado Permanente en la calle La Cigüeña de Logroño, Wolves In The Throne Room en El Balcón de la Lola, Tres Cruces en Izar Beltz, Gothic Sex en Bilborock, Laibach en el Azkena (bar), Ray Davies en el Azkena (festival), Atom Rhumba en el Palladium, Battiato en el Kursaal… Y, por supuesto, todos los conciertos de fiestas de Logroño en los 80: allí vimos a Golpes Bajos, a Siniestro Total o a Gabinete Caligari, pero también a bandas locales como Gnomo. Y, para rematar este rollete abusivo, tengo que citar algo que no fue exactamente un concierto: en 1999, el periódico me mandó a Sevilla para hacer un reportaje en Las 3.000 Viviendas, porque acababa de salir un disco muy bueno de artistas del barrio que se llamaba ‘Viejo patio’, y anduve por allí con Rafael Amador, el de Pata Negra y Veneno. Aquel ratito en la calle Manuel Fal Conde, con Rafael tocando la guitarra y cantando a su bola sobre mosquitos de Triana y cosas así, me sigue poniendo los pelos de punta. Es otro recuerdo sagrado.

Y por contra, ¿cuál es el primero que se te ocurre que deberías borrar de tu memoria (si es que se puede saber)?

Ya se dedica mi memoria a borrar por su cuenta cosas que me gustaron mucho y que de ningún modo habría querido olvidar, así que de lo otro no queda ni rastro. Esto último es mentira, claro, pero la verdad es que muy pocos conciertos me disgustan hasta ese punto y, que yo recuerde, solo me he marchado a medias dos o tres veces, por un ataque de intolerancia ante lo que estaba haciendo alguna banda. Me pasó, por ejemplo, con los Flaming Sideburns. Lo que sí me ocurre es que, en los festivales, hay conciertos a los que procuro no acercarme siquiera.

¿Te gustaría mencionar algún grupo o músico español que consideres que está infravalorado y que merecería un mayor reconocimiento crítico y por parte del público?

Por parte del público, Lagartija Nick, claro. El reconocimiento crítico lo tienen, pero este país es muy rácano y muy puñetero y les niega el lugar que merecen: para mí son una leyenda y deberían estar encabezando festivales, quizá todos los festivales. En una línea radicalmente distinta, aprovecho para reivindicar a Comando Suzie, una célula barcelonesa de tecnopop oscuro y sentimental que debería arrasar por todas partes con sus canciones pequeñas pero monumentales. Una vez tuve una breve conversación con su líder, Raúl, que me hace mucha gracia siempre que me acuerdo. Él me agradecía que hubiese escrito sobre ellos en mi blog, Evadidos, y yo me sentí obligado a hacerle una puntualización importante: «Oye, que a mí no me lee nadie». Y él me contestó: «No, si a nosotros tampoco nos escucha nadie». Está muy mal eso.

¿Qué libros y documentales de género musical te gustaría recomendar?

No es estrictamente una recomendación, porque está descatalogadísimo, pero no quiero desperdiciar esta oportunidad de citar un libro musical que me entusiasmó: ‘La madrugada eterna’, de Paco Peiró, que salió a mediados de los 90 y era un repaso alucinante y también un poco alucinado a la historia de los sonidos… no sé, rupturistas. Arrancaba con los futuristas italianos, examinaba a fondo el krautrock y hacía paradas en gente como Pere Ubu, Sun Ra, Suicide, Funkadelic, Van Der Graaf Generator, Giorgio Moroder o Cabaret Voltaire, hasta llegar al techno y el ambient de los 90. En aquel momento, cuando los contenidos en internet aún no tenían nada que ver con lo de hoy, aquello me pareció un derroche de conocimiento y de enfoque personal. De estos últimos años me han gustado mucho ‘Ropa música chicos’, de Viv Albertine, la guitarrista de las Slits, y ‘Playing The Bass With Three Left Hands’, de Will Carruthers, que tocó el bajo en Spacemen 3 y Spiritualized y, sí, alguna vez se vio tres manos izquierdas en mitad de un concierto. Son dos miradas muy reveladoras a la parte trasera de la historia del rock. En cuanto a documentales, acabo de ver el de The Velvet Underground y todavía no me he recuperado de la impresión. O de la inmersión, porque algo de eso tiene.

Finaliza la frase. El periodismo musical en España es…

… algo a lo que damos mucha importancia cuatro y que le trae totalmente sin cuidado a la inmensa mayoría de la gente.

Un auténtico placer, Carlos, no te quiero robar más de tu preciado tiempo, pero si quieres añadir algo más, este es tu momento…

Gracias, Carlos. Contestar preguntas como estas me parece una de las cosas más divertidas del mundo. Cuando quieras, repetimos.

Sobre el Autor

Carlos Molina
Coordinador de las webs ORPHEO y RockinBilbo, fiel melómano, y amante del séptimo arte (y el noveno, esto es, el comiquero). Durante 12 años fue responsable del fanzine ORPHEO, antesala de esta web, del que editó medio centenar de números, junto a especiales varios dedicados a Héroes del Silencio, Bunbury y U2.
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