Texto: Mikel Fernández (SurimiWorld).
Creo que no me equivoco si afirmo que una de las evoluciones de una banda más comentadas de los últimos tiempos es la de Opeth. De grupo de death metal melódico a metal progresivo a rock setentero, de guturales profundos a voces melódicas. Tal ha sido el impacto que en las entrevistas promocionales de este álbum le preguntaban al vocalista/guitarrista Mikael Akerfeldt por su decisión de dejar de usar las voces guturales ¡y lleva cuatro discos sin usarlas!
Es obvio que esta transición no ha dejado a nadie indiferente y que, como en todas estas cosas, la historia se divide entre los “puristas” fans de la primera época, los “advenedizos” fans de la última y los que se tragan cualquier cosa que salga bajo el nombre de Opeth o de Mikael Akerfeldt. De hecho, hay quien culpa casi exclusivamente de esta transición al guitarrista Steven Wilson de The Porcupine Tree, que fue quien les produjo en aquellos álbumes en los que empezó a fraguarse la transición de Opeth hacia sonidos más suaves (que no accesibles, ojo).
Y es que a lo tonto, han pasado ya 18 años desde el Blackwater Park, que fue el álbum que empezó a situarles en la primera línea de fuego, donde la alternancia entre guturales y voces limpias, pasajes death metaleros y atmosféricos empezó a ganar peso y donde se vio que el metal extremo empezaba a quedarse pequeño para los suecos.
Este In Cauda Venenum es, por tanto, el decimotercer disco de Opeth, y cuarto de su nueva era. Ya no hay un sólo atisbo de death metal, es más, diría que no hay nada de metal por ningún lado. Opeth son puro rock progresivo setentero, es más, diría que en algún punto hay reminiscencias incluso de TransAtlantic, el mastodóntico proyecto paralelo de Mike Portnoy donde se descartan todos los temas que bajen de los 15 minutos. Imagino que será por influencias comunes, pero el rock progresivo de los setenta no es un género musical al que le dedique mucho tiempo, no sé si me explico.
Producido por el propio Mikael Akerfeldt con la ayuda del ingeniero Stefan Boman y grabado en los Park Studios de Estocolmo (la masterización la hicieron en los míticos estudios de Abbey Road), este In Cauda Venenum tiene la peculiaridad de tener dos ediciones distintas, una con las letras en sueco y que sería la “original” y otra en inglés y grabada pensando en el mercado internacional. El motivo, según el omnipresente Akerfeldt, es que las letras fueron escritas en sueco y la música compuesta sobre dichas letras, por lo que esta edición sería la “genuina”. Como todavía no han sacado curso de sueco en la Escuela Oficial de Idiomas, la reseña versará sobre la edición inglesa.
El sonido es muy bueno, con un genial equilibrio entre los instrumentos, y una nitidez buenísima pero sin perder el aire setentero en todo momento. Los temas son variados, incluso dentro de un mismo tema puede haber partes completamente distintas. Todos los temas del disco rayan a muy alto nivel, destacando Dignity (un ejemplo de tema variado), Heart in Hand (con un inicio más jevilón que pasa pronto al prog rock, manteniendo la intensidad en la base rítmica, de lo mejor del disco), Universal Truth (muy buen tema, sobre todo en el cambio de tercio final), The Garroter (muy jazzero, con solo la batería, piano y guitarra limpia) y el final All Things Will Pass, psicodélico y setentero y que tiene una parte final muy bonita.
A mí me ha gustado mucho el disco. Posiblemente sea el disco de Opeth más logrado de su nueva “etapa”, y me atrevo a decir que, sin haber profundizado en los primeros discos, es el que más me ha gustado de su trayectoria, incluyendo el afamado Blackwater Park. Creo que, prejuicios aparte, merece la pena la escucha. Ya me contaréis.